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SU MADUREZ...

SU MADUREZ...

 

Tras varias noches de conversaciones y confidencias, de tonteo y excitación recíproca, me ha propuesto vernos. Así, sin pensarlo más.

Mientras me ducho puedo sentir su voz de estas noches pasadas, acunándome entre las sábanas, preguntándome y contándome, con una madurez que me daba serenidad y confianza.

Recuerdo su voz ganándome por completo con aquel “De buena gana, ahora mismo, te besaría el cuello” y todo lo que vino después y que cambió definitivamente nuestra forma de relacionarnos.

Porque hasta entonces, éramos dos desconocidos que, por casualidad, coincidieron y se conocieron. Pero aquella noche, cuando a mi propuesta de “Cuando llegues a casa, si te apetece, me dices y charlamos un ratito” no sólo aceptó, sino que me buscó, y a su “¿No estabas acostada desde las diez y media de la noche, qué haces a las dos y media aquí?” sólo pude responderle que esperarle, tuvimos claro que iríamos a más.

Y se quedó conmigo, un rato… toda la noche.

Preguntándonos qué llevábamos puestos, preguntándonos qué nos apetecería hacer en ese momento, escuchando de su voz cómo me describía cada uno de los movimientos que realizaría si me tuviera delante, cómo las palabras fluían suavemente, cómo se recreaba contándome qué le gusta, preguntándome a mí…

A mitad de la ducha, ya no puedo contener la excitación. Su voz resuena en mi mente. Sus frases y su tono mientras me habla sobre sus ganas y lo que imagina, y cómo me cuenta:

“…incorporarme hacia ti, recorriendo el camino a tus labios y tu boca, estando entre tus piernas… y entrar suave, hasta el fondo, aguantando, casi jugando… aumentando poco a poco los movimientos, mirándote fijamente, tocando tu cara sin dejar de moverme, ofreciéndole mi lengua a tu lengua, paseándola por tu cuello y por tu pecho…”

“…sujetarte de las caderas, atraerte hacia mí, más brusco, más fuerte… intentando aguantar lo que pudiera, y darte la vuelta, ponerte de lado, acercándome a tu oído, y susurrarte ¿qué te apetece?...

“…y notar cómo te excita tanto que te corres conmigo dentro de ti, mirándome a los ojos, sentir cómo te derrites en mis brazos, como te ausentas durante unos segundos en los que sé que eres sólo mía…”

“…y cuando noto que ya no puedo más, te miro a la cara, y te digo que me queda poco, que cómo quieres que me corra… y moverme con más ímpetu, como si necesitara estar aún más dentro de ti… para segundos después, salir de tu cuerpo y acercarme a tus pechos, y que agarres mi sexo y lo acaricies mientras me derramo sobre ellos…”

Y todo esto, mezclado con mis palabras, con las imágenes que cruzamos, increíblemente discretas para la conversación que estamos teniendo, aprendiendo de él que la insinuación y el erotismo son mucho más excitantes. Él, que en ningún momento, a pesar de todo lo que me ha dicho, ha perdido un ápice de elegancia y de saber estar. Y eso me intriga y me excita a partes iguales.

Y acabo la ducha totalmente mojada, por dentro y por fuera, pero no quiero masturbarme, porque quiero que, esta noche, si la excitación traspasa la realidad, las sensaciones sean mucho más intensas.

Me ha pedido que me vista de negro y pinte mis labios de rojo. Y lo hago. Me pongo tacones y ropa interior sensual pero elegante, porque no podría ser de otra forma con él. Sé que no le gustaría encontrarse una jovencita, que puede que lo sea para él, demasiado explícita. Sé que además él me arrastrará a un nivel de madurez en el que necesito sentirme cómoda para poder desenvolverme con naturalidad.

Y salgo de casa con el corazón en la garganta y las manos heladas.

Tiene 42 años, y me siento como una jovencita inexperta.

Me ha citado en la puerta de un restaurante que no conozco. De hecho no me dice ni el nombre, me ha dado la dirección y me pide que espere dos minutos al bajar del taxi, que en ese tiempo como máximo él estará a mi lado.

Mientras bajo del coche, no pudo evitar pensar que debe estar alrededor, observando. Respiro profundamente e intento relajarme. No puedo. De perdidos al rio, me dejaré llevar, porque está claro que las riendas de la situación las va a llevar él.

Y no pasan ni treinta segundos cuando noto una mano tomando la mía, por detrás de mí, y me giro sabiendo que es él, y me recibe con una sonrisa y tomando también mi otra mano con la suya, quedando frente a frente, con mis manos agarradas por las suyas y su sonrisa dándome las buenas noches.

No puedo abrir la boca. Me veo como una tonta sin decir nada mientras él me mira, y me susurra un “Estás guapísima... ¿entramos?” que me deja aún más sin aliento, y al que, por suerte, consigo responder con una afirmación y una sonrisa.

Me invita a pasar delante de él, y durante todo el trayecto me guía posando suavemente su mano sobre mi espalda. Entramos en un ascensor con más personas y por primera vez nos colocamos lado a lado, y al girar mi cara, le veo mirarme, y rompemos a reír. Y me toma la mano izquierda con su mano derecha, y me dice “Tranquila, lo pasaremos bien”… y por fin, empiezo a notar cómo mis piernas se relajan.

Son muchos pisos los que subimos en el ascensor. Le miro de reojo, igual que él a mí, y me resulta increíblemente atractivo y varonil, pero al mismo tiempo es risueño y jovial. Su rostro tiene ligeras arrugas que lo perfilan, aunque no aparenta su edad. Su pelo es más bien corto pero algo informal. Su ropa, bajo el abrigo, se intuye clásica y atemporal, a juzgar por la camisa y la corbata que asoman ligeramente.

Un hombre con corbata en una primera cita. Puede que sea el primero de mi vida.

Es unos diez centímetros más alto que yo y tiene un cuerpo proporcionado y cuidado. De nuevo, no aparenta su edad.

Al llegar a la planta 36 me sorprendo pensando lo alto que estamos. Me ha llevado al restaurante más alto de toda la ciudad, y para mi sorpresa, nuestra mesa reservada está en la parte más exterior del restaurante, con unas vistas increíbles alrededor.

Al sentarnos, se aproxima a mí y me quita el abrigo. Sonrío porque podría morir de placer en ese momento. Nunca he sido una persona remilgada ni dada a convencionalismos, pero ese acto tan sutil de cortejo, su forma de retirar el abrigo de mi cuerpo acariciando mi cuello, me vuelve loca. Porque sé lo que intenta, y porque sé que me va a torturar toda la noche.

Dos velas iluminan la mesa y puedo notar cómo iluminan el centro de sus ojos. Supongo que crean el mismo efecto en los míos por la forma en que él me mira fijamente.

“Muy guapa, sí señor… y muy joven…aparentas al menos cinco años menos de los que tienes”

“Y tu ocho menos de los tuyos… o casi”

Y las risas rompen el hielo y la cena provoca una conversación distendida y amigable, donde por un momento olvidamos nuestro conocimiento nocturno previo y nos limitamos a disfrutar de la velada.

Para el momento de los postres, veo que hace un gesto al camarero y nos sirven una botella de “Veuve Cliquot”  y le miro atónita. No es necesario, no necesito esa demostración de clase para saber que la tiene. Pero me pide que me relaje y disfrute. Y me halaga que un hombre me haga sentir especial e intente impresionarme cuando no lo necesita. Y es reconfortante, a veces, dejarse mimar de esa manera. Y le miro y veo que está disfrutando de su puesta escena, y me dejo querer, porque jamás me han hecho sentir así.

Al finalizar la cena, me pregunta si me apetece salir a la terraza y disfrutar de las vistas, y por supuesto acepto, no me lo perdería por nada del mundo.

Y mientras me acerco al borde de la terraza y apoyo mis manos en la barandilla, noto cómo sus brazos rodean mi cintura y su cara se acomoda sobre mi hombro izquierdo, y aparta ligeramente el pelo, y deja sus labios sobre mi cuello el tiempo suficiente como para que yo pueda sentir flaquear mis piernas sin ser capaz de evitar cerrar los ojos en respuesta a su acercamiento. Y pasados unos segundos me giro, y pongo mis manos sobres sus hombros, increíblemente fuertes y tonificados, y mi mirada se encuentra con la suya que está llena de ganas, y me lo dice sin hablar.

“¿Y ahora?” le pregunto…

“Pues ahora… ahora…” y muy despacio, asciende su mano derecha desde mi cintura por el costado, llegando hasta la base de mis costillas, y girando de forma totalmente intencionada para acariciar mi pecho, ascendiendo de la base hasta el pezón, recreándose en su dureza, para continuar por mi clavícula hasta mi barbilla, y de ahí, posar su dedo índice en mis labios y susurrarme “ahora tu y yo vamos a recrear cada una de nuestras conversaciones, y te voy a dar tanto placer y a disfrutar tanto de ti que es posible que no salgamos de la cama en toda la noche, y todo el día de mañana…y puede que incluso sea mejor de lo que piensas”

Y no sólo estoy segura sino que el modo en que juega conmigo, en que se acerca para alejarse ligeramente después, el modo en que me susurra “esta noche eres sólo mía” y el modo en que me acaricia, con una calma que no esperaba, sin prisas, sin juegos… me lo demuestra.

Y cuando bajamos a la planta 10 del edificio, saca una llave de hotel del bolsillo, me coge de la mano, y me arrastra por el pasillo hasta la habitación. Y cerrando la puerta a mi espalda, se dedica a desnudarme con tanta paciencia que me vuelve loca. Esa lentitud, esa forma de recrearse en mí, me está matando.

Y me quita el abrigo mientras no deja de besarme, y se arrodilla frente a mí para quitarme los zapatos, y asciende con sus manos por mis piernas, y para justo al llegar al borde de mis medias al muslo, y baja de nuevo, y besa mi rodilla, y yo mientras mantengo mis manos sobre sus hombros sin poder asimilar el numerito de cortejo que estoy viviendo.

Y cuando vuelve a mi altura, empieza a deshacer el nudo de su corbata, y lo hace de nuevo, pero sobre mis muñecas. Y me pide que coloque las manos tras mi nuca, mientras termina de desvestirme. Y me dejo hacer.

Me deja caer sobre la cama y estoy totalmente a su merced. Me dice que me relaje y disfrute, que ahora soy suya, que ya tendré tiempo de hacerle mío, que ahora él se va a dedicar sólo a mí…

Y vaya si lo hace, de una forma que no había sentido nunca antes. Con la sensualidad de quien come chocolate muy lentamente, dejando que se funda en la boca, para alargar un poco más el placer.

Y ver cómo se quita la camisa delante de mí me deja sin respiración. Por la perfección de su torso, por la dureza de sus músculos y la fuerza de sus brazos.

Y huele a “musk”, y me vuelve loca. Y me mira a los ojos con cada caricia y con cada aproximación, y frota su cuerpo contra el mío con la sensualidad de pluma, que acaricia pero no presiona.

Y le noto excitado y aun así contenido. Y gime a mi oído, y me susurra lo mucho que le gusto, lo caliente que está, lo mucho que desea entrar dentro de mí y sentir mi calor, mi humedad, y me lo dice antes de hacerlo, y así, imaginarlo justo antes de que lo haga me hace querer explotar de placer… y acaricia mi sexo muy despacio, dando rodeos, y se adentra con los dedos dentro de mí justo en ese instante en que empiezo a temblar, y cuando siento como desde dentro me acaricia, le digo que no pare, que siga así, que no deje de hacerlo mientras me corro en sus dedos, derritiéndome, literalmente, sobre él.

Y cuando empiezo a relajarme, se coloca entre mis piernas, deja caer su pecho contra el mío, agarra mis manos y las entrelaza con las suyas, despojándome de la corbata que las mantenía unidas, y las coloca justo sobre mi cabeza, y así, estirado totalmente sobre mí, entra en mí, y se balancea con la intensidad justa en la que su pubis frota justo con mi clítoris, en la que su sexo entra y sale de mi cuerpo rítmicamente, y en que sus labios alcanzan los míos a cada embestida, y sus ojos se clavan en los míos con toda la intensidad e intimidad del momento.

Me he despertado a su lado y estaba acurrucado sobre mi costado, con un brazo rodeando mi cintura, y mirándome desde abajo. Me ha sonreído y me ha dicho que acababa de pedir el desayuno, pero que si quería nadar un rato antes con él en la bañera mientras lo traían.

Y es que, sí, la madurez, a veces, es un grado.

 

Labiosgloss.-

SUS GEMIDOS...

SUS GEMIDOS...

 

Sus ojos la primera vez que me toca.

Su respiración entrecortada y sus manos ansiosas.

Sus gemidos... mejor dicho: la primera vez que escucho sus gemidos. Justo como lo imaginaba.

Sus gemidos en mi oido, sus músculos tensos rodeándome... Su mirada entornada y su boca entreabierta.

Sus gemidos taladrando mi mente, poniéndome a cien, descolocándome... y yo intentando borrar de mi mente su voz en otras situaciones, intentando grabar en mi cerebro su tono y su cadencia en semejante momento de excitación.

Sus palabras entrecortadas y su nerviosismo, provocado por la espera de ese momento que sabíamos que, tarde o temprano, llegaría.

Su piel al amanecer, su olor incrustado en la mía.

Su nariz enterrada en mi pelo y sus manos enlazadas con las mías.

...Y sus gemidos...

 

Labiosgloss.- 

 

SEXY ES...

SEXY ES...

 

Sexy es…

…la forma en que su pantalones se anclan a sus caderas…

…la forma en que sus manos se anclan a sus caderas…

…la forma de sus caderas…

 

Sexy es

…su manía de llevar siempre manga corta, o remangar su manga larga hasta el codo, de forma que puedo ver cada músculo de su antebrazo…

…su manía de mostrar las manos al gesticular…

…el movimiento de sus manos…

 

Sexy es

…su mirada semi oculta tras su pelo crecido…

…el movimiento que se ve obligado a hacer para apartarlo de sus ojos…

…su mirada en mí…

 

Sexy es

…que me llame por teléfono con cualquier excusa y juguemos a hablar sin decirnos nada…

…llamarle por teléfono y notar que es él quien no quiere colgar…

…su voz por teléfono…

 

Sexy es

…la media sonrisa que se le escapa cuando quiere reír y al mismo tiempo se contiene…

…imaginar lo que esconde esa media sonrisa y que no dice…

…notar que soy yo quien le provoca esa media sonrisa...

 

Sexy es…

…que juegue a meterse conmigo…

…que disfrute cuando soy yo quien se mete con él…

…meternos el uno con el otro con más gente delante, y saber que todos piensan que hay algo entre nosotros…

 

Sexy es…

…ponerle un mensaje a media noche y que la conversación dure horas…

…ponerle un mensaje a media noche y me que diga que habla conmigo desde la cama…

…que me ponga él a mí un mensaje a media noche y me pregunte si estoy en la cama…

 

Sexy es…

…que un fin de semana me escriba sólo para despertarme y darme los buenos días…

…que un fin de semana me escriba para ver si duermo la siesta y “molestarme”…

…que un fin de semana me escriba de madrugada para darme las buenas noches…

 

Sexy es…

…pelearnos como colegas…

…pelearnos como amigos…

…pelearnos como amantes…

 

Sexy es… él.

 

Labiosgloss.-

DESPERTAR...

DESPERTAR...

 

Noto mi respiración profunda… me siento dormida, mis manos apenas pueden moverse… El cuerpo me pesa y soy incapaz de despegar mis párpados.

Y sin embargo, noto su mano posada en mi muslo, acariciando ligeramente mi piel, y no puedo evitar centrarme en esas sensaciones.

Se ha pegado a mi espalda y noto su aliento en la nuca. Me eriza cada vello del cuerpo. Y su cuerpo roza el mío, puedo notar sus contornos chocar tenuemente con mis curvas, acoplarse a mí.

Y su mano, curiosa, asciende despacio del muslo a mi cadera, y baja de nuevo… una caricia medida y templada que empieza a despertar mis ganas.

Su pecho se funde con mi espalda. Puedo notar el calor traspasando su piel y penetrando en la mía, como si su calidez, de alguna forma, pudiera entrar por mis poros y bañar mi interior con su fuego.

Su respiración, recién despertado, es pausada y ronca. Y aunque no le veo la cara, sé que mantiene los ojos cerrados mientras inhala el olor de mi pelo, mientras sus labios besan delicadamente mi nuca, mi hombro… y mientras su mano, juguetona, pasa del lateral del muslo al interior de ambos, buscando la tibieza de mi sexo.

No nos movemos. Ni hablamos. Disfrutamos de la creciente excitación, de cómo nuestros cuerpos, piel con piel, se comunican.

Sólo nuestras respiraciones, acompasadas, ponen sonido a nuestro despertar.

Y cuando sus dedos se cuelan entre los pliegues de mi sexo, soy consciente de la humedad que le recibe, ansiosa, que pide por mí que siga, que se abre y se entrega, y le deja hacer.

Su respiración se mezcla con gemidos, los suyos y los míos, y me vuelve loca sentirle así, cada vez más excitado a mi espalda, sintiendo la dureza de su sexo contra mi trasero, notando tensarse los músculos de sus brazos.

Apenas puedo moverme rodeada por sus brazos, pero sí puedo doblar ligeramente un brazo y posarlo sobre su cadera, empujándole un poco más  hacia mí, a pesar que no tener ya más distancia que apurar, a pesar de estar fundidos uno con el otro.

Sus dedos juegan dentro de mí, muy despacio, tanto que empieza a desesperarme esa lentitud, pero al mismo tiempo me deja sin aliento su calma, su sosiego, su moderación cuando sólo cabría esperar ansia e impaciencia.

Y sus dientes muerden mi cuello con excitación contenida, y su pelo cae sobre mi hombro como una caricia, y sé que está totalmente entregado…

… Y, entonces, cuando noto que su agitación se torna en incontenible deseo, me giro, para dedicarme totalmente a  él…

 

Labiosgloss.-

CARICIAS...

CARICIAS...

 

 

Él tumbado sobre su espalda. Yo, a su lado, ligeramente apoyada, medio recostada, sobre su pecho, sintiendo su respiración, pausada, meciendo su torso.

Y mis manos, que dulces y curiosas, rondan su cintura, se pasean por sus caderas y ascienden de nuevo a su pecho, creando círculos de caricias con las yemas de mis dedos.

Solo el silencio nos rodea, la absoluta calma, la intimidad…

Su cuerpo se muestra ante mí como un lienzo a mi disposición. Tendido a mi lado, le observo, recorriendo cada rincón suyo con mi mirada. Cada pliegue, cada músculo, cada arruga, cada mancha, cada imperfección… y todo ello unido dando forma a una perfección tan subjetiva como irresistible.

Y mis caricias vienen y van, y mi respiración se acompasa con la suya, y dejo mis manos caer a su pubis, acariciando el suave vello que lo cubre ligeramente, y paso mis yemas por su sexo, aún relajado, sintiendo la suavidad de su piel, y el calor, aún templado, que desprende.

Y así como está, mi mano se desliza por él, pasando la palma completa, y después el dorso, sobre toda su longitud, notando como poco a poco va ganando firmeza, a pesar de que él se mantiene absolutamente relajado, con los ojos cerrados y totalmente ausente.

O al menos lo parece.

Porque su sexo lo que me dice es que esas caricias le gustan, y empiezan a excitarle. Que disfruta cada vez que mis uñas lo rozan con suavidad, cada vez que, mojando mi dedo índice con saliva, humedezco y acaricio, sólo con ese dedo mojado, el pliegue que su excitación deja entre su miembro y su glande. Y trazo círculos sobre esa pequeñísima zona, dejando caer una gota de saliva que después extiendo, lubricando su sexo, con gestos más dulces que excitantes, pero que provocan en él, está claro, similares sensaciones.

Y miro concentrada aquello que mis manos hacen. Y que no se trata de darle placer, porque ya puestos, noto como es a mí misma a quien más excita ese juego. Sólo quiero acariciarle, relajarle, tener contacto directo con su piel, disfrutar de esas reacciones que su cuerpo me brinda.

Y deslizo mis dedos por su sexo, rotando la palma de mi mano entorno a su glande, y acaricio el pliegue que lo cubre cuando está en reposo, y le dedico tiempo, moviendo mis dedos sobre él, casi sólo un roce…

Y la belleza con la que se muestra ante mí me empuja a besarlo, a lamerlo, apenas un toque con la lengua, degustando su calidez. Y lo beso como si fueran sus labios, deslizando mi lengua por él, pero también cerrando mis labios en torno a su dureza.

Y definitivamente su sexo se muestra duro y totalmente excitado, pero con una excitación contenida que me deja seguir disfrutando de él. Alternando caricias más intensas, durante un breve espacio de tiempo, para volver a la suavidad inicial, una suavidad y lentitud que pueden disparar la excitación mucho más que la intensidad más ansiosa.

Apenas puedo leer en su rostro sus reacciones. Está totalmente entregado y sólo se deja hacer. Me da tiempo y libertad, y disfruto de ello.

Y cuando por fin noto deslizarse su semen entre mis dedos, y un leve gemido se ahoga en su garganta, siento que quien de verdad ha disfrutado de esa experiencia, además de él, he sido yo misma.

 

Labiosgloss.-

PALABRAS QUE NO SE DECIR..

PALABRAS QUE NO SE DECIR..

 

Julio 2013

 

... Palabras que he borrado casi de mi vocabulario, que me da miedo usar, que evito pronunciar...

 

...Palabras y frases que no verbalizo pero me queman por dentro, y que sólo dejo salir al exterior si es mi mirada quien las transmite...

 

...Palabras y frases como...

 

Ayúdame

Ven

Abrázame

Tengo miedo

Me siento sola

Te echo de menos

Te necesito

Duele

Coge mi mano

Te quiero

 

... Palabras detrás de las que me escondo y me hago fuerte, como si no pronunciarlas las hiciera inexistente en mi vida...

 

...Palabras que me asfixian y me atormentan...

 

...Palabras que me cuesta decir símplemente porque conseguiste que te resultaran indiferentes...

 

...Y que puede que, por tu culpa, no vuelva a saber pronunciar nunca...

 

 

Labiosgloss.- 

 

 

 

 

Bésame...

Bésame...

 

Sept. 2013

 

Ven y bésame.

No quiero que me hables, no hace falta que me sonrías, no es necesario.

Bésame como si fuera lo único que podemos hacer para no perdernos.

Bésame con ansia, sin medida.

Bésame como si a través de mis labios quisieras llegar a lo más profundo de mi alma.

Bésame y deja que yo te bese, saboreando cada pedazo de piel que hago mía al sentirte parte de mí.

Bésame como si ignoraras mis sentimientos, sin miedo a acrecentarlos, dejándote llevar sólo por el deseo más intenso.

Bésame como si fuera alguien importante en tu vida, como si no quisieras dejarme marchar nunca, con la desesperación de aferrarte a aquello que te aterra perder.

Bésame dándome lo más íntimo de tu ser, dejándote caer en mis brazos y pidiendo que te cuide y te proteja para siempre. Porque sabes que lo haré.

Bésame como si me amaras… aunque no lo hagas.

Tú solo bésame.

 

Labiosgloss.-

HOTEL

HOTEL

 

Ene. 2013

 

Hemos llegado juntos al hotel, de madrugada, cansados tras un largo día de trabajo, pero sin perder el buen humor.

Siempre hay buen humor entre nosotros. Siempre. Eso no acercó en su día y nos une cada vez más. 

He pedido una habitación para mí mientras él daba los datos de tu reserva. No estaba previsto que yo me quedara, sí que lo hiciera él, pero a esas horas ni me planteaba volver a casa para tres horas.

En broma le comento que es absurdo pagar dos habitaciones para un rato, y veo que me mira esperando algo más, sin decir nada. Eso, esperando…

Y caminamos juntos hasta el ascensor sin hablar.

Y decido que quiero jugar, de una forma inocente, pero jugar al fin y al cabo.

Y le miro sonriendo, en silencio, esperando su pregunta… y sí, me pregunta que de qué me río, y empiezo…

… Y le digo que hace años pasaba mucho tiempo en hoteles sola por trabajo y se me hacía en ese momento raro ir con un compañero, que normalmente siempre que voy acompañada a hoteles no es por trabajo… (pausa)

… Y le digo que los hoteles tienen siempre ese toque de “todo vale” que me encanta… (pausa)

… Y que, oh qué pena, apenas tres horas de sueño con lo divertido que es poder dormir hasta las tantas en esas camas tan grandes… (pausa).

Y al llegar al quinto piso, salgo delante de él, sonriendo al ver su cara, entre cortada y dubitativa.

No, sé que no se va a atrever a proponer nada, ni yo tampoco, pero me sirve que sólo lo piense.

Y nuestras habitaciones son contiguas, y al despedirnos, sin mirarle, le digo que sea bueno, que a ver qué hace que seguro que a través de la pared se oye todo. Y le guiño un ojo al tiempo que paso al interior de mi habitación, sin esperar a ver su reacción. Porque no lo necesito, porque sé que justo pensará en lo que no debe hacer, y porque sé que será lo único que le apetezca.

Mientras saco la ropa de la pequeña bolsa de viaje que llevo, escucho tras la pared que él acaba de meterse en la ducha, que hace pared con la mía. Voy al baño, me quito la ropa y entro en ella. Acciono el grifo del agua. Quiero que él, al otro lado, sepa en cada momento lo que hago. Que lo imagine. Que me piense.

Y así, al salir de la ducha, que dura exactamente lo mismo que la suya, toso ligeramente para que note mi presencia.

Vuelvo a la habitación y decido molestarle un poco preguntándole en un mensaje si tiene un cargador de móvil que pueda dejarme. Y me dice que cargador no, pero lleva el portátil cargado, y si tengo yo el cargador USB, pudo usarlo.

Y le digo que ok, que voy a buscarlo. Y toco su puerta, y me recibe con un pantalón corto y una camiseta, mientras que yo voy en albornoz, con el pelo mojado y descalza. Obviamente, desnuda bajo el albornoz. Y lo sabe porque lo leo en sus ojos. Y cuando alarga la mano para darme el portátil, roza la mía de forma tan sutil como innecesaria.

Son las 5 de la mañana y ahí estamos, jugando en la puerta de su habitación.

Y vuelvo a la mía, y conecto el móvil, y me manda un mensaje diciéndome que no sea curiosa y no me dedique a ver videos porno en internet.

Y me parece tan elegantemente obsceno su comentario, que no sólo le digo que es probable que lo haga, sino que además, si quiere, le voy contando lo que veo.

Tarda en responder unos segundos, para finalizar con un OK que me pone a mil. Pero le hago sufrir al decirle que son cosas privadas y no se lo voy a ir contando.

Y entro en Internet, busco la página que me interesa, accedo y subo el volumen. Porque apuesto a que, dado que como he visto al ir a su habitación, su cabecero está pared con pared contra el mío, podrá escuchar ligeramente lo que yo esté viendo.

Y acciono el vídeo, me acomodo y guardo silencio. Quiero ver si soy capaz de notar si lo escucha o no. Y no oigo nada, salvo el propio vídeo, hasta que escucho el ligerísimo sonido de su cuerpo al caer sobre la cama, moviendo ligeramente el cabecero y haciendo ruido contra la pared que nos separa.

Y me centro en las imágenes, y empiezo a canalizar mi excitación, más provocada por él que por el vídeo, pero que éste amplifica.

Los gemidos de los actores son cada vez más intensos, y deseo que él, al otro lado, lo escuche. E imagine mi excitación, me imagine con su ordenador al lado en la cama, masturbándome.

Porque yo, en ese momento, lo único que puedo pensar es en él haciendo lo mismo.

Pero no le oigo, no sé qué hace…

Hasta que suena mi móvil, y es él, y me dice que si no bajo el volumen, en el hotel van a pensar que hemos acabado en la misma habitación.

Y no necesito nada más para seguir. Es su confirmación, y vamos a masturbarnos juntos, lo sé.

No le respondo, pero subo un poquito más el volumen, al tiempo que me acaricio y empiezo a mezclar mis gemidos con el audio.

Deseando que me escuche.

Deseando, en algún momento, escucharle.

Y para ello, sólo pudo hacer una cosa… dejar un par de minutos más el vídeo, pero después quitarlo, y que él solo me escuche a mí y yo sólo escucharle a él.

Y cuando lo hago, estoy tan nerviosa como excitada. Porque sé que me va a escuchar sólo a mí, mientras me masturbo pensando en él.

Y al escuchar su primer gemido, tengo que contenerme para no dejarme ir en ese momento, porque quiero un ratito más de sus gemidos en mi mente.

Y me acaricio al ritmo que él, al otro lado de la pared, me marca. Y gimo también para que note mi presencia. Y cuando estoy tan caliente que no puedo aguantar más, contengo ligeramente un grito mientras le imagino dejarse ir al mismo tiempo.

Y de repente, al otro lado ya no se escucha nada.

Y me limito a ponerle un mensaje deseándole buenas noches.

Y me devuelve un beso.

Y así… 

 

Labiosgloss.-