Blogia

LABIOSGLOSS

14.01.2005

14.01.2005

 

Hoy tú y yo haríamos nueve años… Hoy, si esto no hubiera terminado, sería nuestro noveno aniversario.

Me has enviado un mensaje para recordármelo, como si pudiera olvidarlo.

Aquel día en que tus preciosos y enormes ojos oscuros me dejaron helada al poder leer en ellos toda la bondad de tu persona.

Un comienzo tan inesperado como hermoso.

Te encontré a 350 kilómetros, y tuve claro que merecías los muchísimos desplazamientos que tuvimos que hacer durante años para vernos. Aquellos viernes nocturnos en un autobús durante horas, que tú fueras a recogerme casi de madrugada, con una flor cortada en cualquier jardín, y pasar todo el sábado en la cama, charlando, jugando, riendo y haciendo el amor. Dar paseos por la playa, no necesitábamos nada más… y, el domingo, emprender el camino de regreso a casa con una sonrisa en los labios y el alma tranquila.

Por primera vez en mucho tiempo, encontré a alguien que me equilibró. Yo, tan independiente, tan centrada, tan maniática del control. Tú, tan espontáneo, tan despreocupado, tan mundano…

Recuerdo lo mucho que me hacías reír. Lo cariñoso que eras conmigo, la absoluta adoración hacia mi persona que demostrabas. La forma calmada con que me mirabas. Veía en ti la certeza de quien sabe que está con la persona que ama. Me sentía tan querida, tan amada…

Hablábamos de un futuro que no queríamos planificar más allá de vernos de viejecitos de la mano dando paseos, y riendo.

Me volqué en ti, y lo dejé todo por verte feliz. Aquello me bastaba.

Hasta que, la presión por ofrecerme lo mismo, por no sentirte inferior, nos jugó una mala pasada.

Yo no necesitaba nada más, te hubiera cuidado toda la vida. No me importaba nada más. Pero dejaste de mirarme a los ojos para mirarte a ti mismo, y me olvidaste en la vida real por intentar darme un futuro mejor. Ahí es donde todo falló: el futuro te preocupó más que el presente y lo boicoteó.

Y en tu afán por hacerte valer, te separaste de mí. Y aquellos ojos alegres se tornaron preocupados y agobiados.

Y mi éxito condicionó tu afectividad, y me dejaste sola. Pensabas que yo merecía algo más sin darte cuenta de que sólo te necesitaba a ti.

Y me quedé perdida y abandonada en un lugar extraño, y el abismo se fue haciendo más y más grande…

Peleé y luché por salvarnos. Pero no te dejaste. Obcecado en demostrarme algo que no era necesario.

Te confundiste y, de repente, tú ya no eras tú. Te fuiste, y no regresaste.

Hoy me dices que siempre seré el amor de tu vida. Yo sé que, probablemente, nadie me querrá tanto como lo hiciste tú, con absoluta lealtad y devoción.

Puede que nunca me perdone no haber sabido ayudarte a regresar a mi lado, a volver a ser aquella persona de la que me enamoré.

Hice todo lo que pude, pero era tarde. Nos habíamos alejado, y ya no nos encontrábamos.

Y terminó. Ocho años y medio después.

Sí… lo sé, hoy sería el noveno. Claro que lo sé.

 

Labiosgloss.- 

CELOS...

CELOS...

 

Me habla de ella y me hierve la sangre.

Sé que soy su amiga, que lo amigos están para eso, que debería alegrarme su felicidad… pero no puedo evitar sentir como si mil cuchillos se hundieran en mi pecho cada vez que la nombra.

No es nada contra ella, porque no la conozco. Es algo contra mí misma. Es darme cuenta de todo lo que ella le ofrece y que, obviamente, yo no hago. 

Sonrío mientras le escucho, con el alma destrozada. Mi garganta se encoge, mi corazón se acelera y mis lágrimas pelean contra mí pujando por aflorar. Pero no las dejo, no puedo mostrar mi debilidad. Y no es por orgullo, es como defensa: no mostrar dolor es lo mejor para controlarlo. Dejar aflorar una sola lágrima sería el final de mi compostura, el no poder contenerme, el derrumbarme.

Habla de ella, y lloro por dentro. Callo y finjo atender, pero no puedo. Sonrío, y me ausento. Porque en ese punto lo único que puedo pensar es en lo idiota que soy por no saber salir de esa situación… Su decisión está tomada, ¿qué creo que hago?

Saldría corriendo, me iría muy lejos… donde no exista ninguno de los dos. Donde mi autoestima no se viera amenazada por una desconocida, donde mi amistad con él no anhelara algo más, tan deseado como imposible.

Y le veo feliz, y me alegra y me destroza al mismo tiempo. Porque su felicidad es lo que me hace desgraciada, pero al mismo tiempo mi mayor alegría es verle sonreir.

Y habla de ella con ilusión, como si fuera perfecta, justo como me gustaría que hablara de mí.

Y dice su nombre y mi mundo se hace un poco más pequeño, me asfixia, me falta el aliento, me enroco, me auto-protejo, me fustigo… y me enamoro un poco más de él. Sin sentido, como si tal cúmulo de sentimientos me confundiera aún más, mezclando dolor y placer, alegría y tristeza, deseo e indiferencia.

Y debería bajarme de esta montaña rusa emocional ahora que aún no ha descarrilado, pero es que… nunca he sido de las que se bajan en marcha…

 

Labiosgloss.-

CARTA...

CARTA...

 

Querido amigo:

Después de tantas cosas que hemos vivido juntos y compartido, de noches en vela, de éxitos y fracasos, de risas y lágrimas, de  bromas, de juegos, de complicidad, de miradas y sonrisas con las que nos decíamos todo sin necesidad de articular palabra.

Después de tanto tiempo, ahora, justo ahora… ¿me besas?

No me he atrevido a preguntar por qué, no he querido profundizar… porque sí, me da miedo.

Quiero pensar que fue un momento de debilidad, tal vez de confusión.

No puede ser que justo ahora esto explote.

Algo que sí, sabíamos que iba a pasar… algo que probablemente todo el mundo esperaba antes incluso de que a nosotros se nos pasara por la mente que pudiera suceder.

Al final, todo lo compartido nos ha unido tanto, nos conocemos tan bien el uno al otro, que tiene sentido… Nos hemos apoyado mutuamente, por supuesto en los momentos buenos, pero sobre todo en los malos, de forma incondicional, sin emitir juicios, sólo estando uno al lado del otro.

Nuestra lealtad mutua se ha fortalecido día a día. Nos hemos atendido, nos hemos cuidado, hemos sido fieles al otro pasara lo que pasara.

Cada abrazo de minutos que hemos compartido en la más discreta oscuridad, sólo porque el otro nos transmite la paz necesaria en días no tan pacíficos, y nos permite seguir adelante…

Cada choque de manos en los triunfos de equipo, cada broma intercambiada y sus correspondientes carcajadas, liberando tensión, relajándonos…

¿Cómo no iba a pasar?

Pero ahora puede que no sea el momento. Me aterra perder eso que hoy en día tenemos. Y no estoy preparada para replantearme nuestra amistad. Lo valoro demasiado. Me necesitas y te necesito. Nos queremos demasiado.

Vayamos despacio, comprendamos primero qué nos pasa y ya veremos si avanzamos.

Tiremos lastre, ese que ambos arrastramos, antes de empezar a navegar de nuevo, y ya veremos a dónde nos conduce la marea…

 

Labiosgloss.-

DESCONOCIDO...

DESCONOCIDO...

 

Espero a mi amiga sentada en la barra del local, tomando una copa, mirando distraída a mi alrededor.

Y topo con su mirada, en una de las mesas del centro.

Está serio y no deja de observarme. Por un momento pienso que me conoce, y su gesto se debe a que intenta recordar de qué. Pero no, yo sí me acordaría de él.

Cambio de dirección evitando sus ojos en mí, y miro disimuladamente el móvil esperando que mi amiga me diga que ya llega, que está cerca… pero no, le queda más de media hora y me toca esperar.

Y él sigue mirándome.

Sin ser del todo consciente, aliso la falda de mi vestido y ahueco mi pelo.

Él lo ve, y me sonríe.

Y poco a poco reparo en todos sus detalles: sus ojos verdes, su pelo castaño, sus hombros anchos y su mandíbula marcada. Viste un jersey entallado negro, de cuello vuelto, pantalones grises y zapatos negros de cordones. Resulta discreto y elegante.

Giro mi taburete un poco para evitar tenerle en el centro de mi campo visual. Casi llego a darle la espalda, pero prefiero eso al juego de miradas que mantenemos  y que no llegará a ninguna parte.

Sin embargo, dos minutos después, su mano se posa en mi hombro. Antes de girarme ya sé que es él. Y sin pedir permiso, se sienta a mi lado y me ofrece su mano.

De inmediato, siento que le deseo. Deseo tocarle, deseo sus labios y sus manos. Sentado frente a mí, veo que me habla, pero no le escucho. Estoy embelesada, perdida en la luminosidad de sus ojos, en el color afrutado de su boca, en los contornos rudos de su pecho y sus hombros.

Le ofrezco mi mano de vuelta y la besa. Noto cómo mi ropa interior se humedece y el calor asciende por mis mejillas.

Ha pedido una copa. No sé lo que es, pero no se parece a nada que haya tomado antes. Pienso que es para él, pero me ofrece al tiempo que se acerca a mi oído y me susurra: “Bebe, quiero besarte y saborearlo de tus labios”.

No puedo decir que no. Tomo la copa y bebo un sorbo. Levanto la mirada y sólo me dice una palabra: “Más”.

Tomo otro sorbo, éste un poco más largo y más abundante. Tanto que el líquido resbala por la comisura de mis labios, y cuando asciendo mi mano para limpiarlo, me agarra con la suya y me dice que no. Y se acerca a mí, tan despacio que parece a cámara lenta. Y cuando está tan próximo que apenas distingo sus rasgos, abre su boca y, primero con sus labios y después con su lengua, recoge el exceso que resbala por mi barbilla, ascendiendo hasta mis labios, y besándome con tanta lentitud que soy yo ahora quien se incorpora ligeramente sobre el taburete para acercarme a él.

Y apenas unos segundos después, se separa de mí, vuelve a su posición inicial, y sin perder un ápice de serenidad, me dice, mirándome a los ojos, que quiere ver qué llevo bajo el vestido.

Le miro perpleja pero totalmente cautivada. Y mientras que mi mente parece estar en pausa, es mi cuerpo quien reacciona obedeciendo sus deseos, y así mis manos agarran el bajo de mi vestido y lo suben despacio, muy despacio, mientras sus ojos se clavan en mis piernas y entreabre sus labios.

Dejo que vea mis medias de rejilla al muslo, y al llegar a la blonda que las sujeta, freno el ascenso.

Y de nuevo me dice: “Más”… y miro a mi alrededor para evaluar lo descarado que sería obedecerle y seguir subiendo la falda pero, de repente, me doy cuenta de que no me importa. Está frente a mí, en la esquina de la barra, y yo doy la espalda a casi todo el local. Puedo permitirme jugar.

Sigo subiendo despacio. Dos centímetros más y podrá ver el raso morado de mis braguitas. Aunque decido, sobre la marcha, que puede que sea más divertido enseñarle primero el tirante de mi sujetador a juego, y dejo resbalar el hombro de mi vestido, para que pueda ver el encaje morado ribeteando el raso del sostén. Que pueda imaginar que la parte de abajo será igual, que esté ansioso por descubrirlo.

Y cuando el vestido sube lo suficiente, frena mi ascenso, se acerca y me dice: “No necesito ver más, ahora tócate para mí”.

Me noto excitada como nunca, pero también asustada. La luz del local es tenue, pero… ¿tocarme para él, delante de todo el mundo? ¿Y si lo ve alguien?

“No pienses, hazlo…” me susurra.

Y mi mano derecha se cuela entre mi ropa interior, y acaricio mi sexo, totalmente mojado, primero de forma superficial, para ir ganando intensidad a medida que sus ojos, absortos, se encienden observando el espectáculo.

Me atrevo a sacar mi mano de entre mis piernas y acercar mis dedos a sus labios, y noto cómo se sorprende gratamente al tiempo que toma mi mano entre las suyas y lame mis dedos, saboreándome a mí en ellos.

“Ahora déjame a mí…”

Se acerca un poco más a mí y es su mano la que ahora pone rumbo a mi sexo. No deja de mirarme a los ojos y justo en el momento en que sus dedos entran en mí, acerca su boca a la mía y me besa. Me muerde, más bien. Me devora. Creo que descubrir lo mojada que estoy ha despertado del todo su deseo.

Me hace tocar el cielo dos veces, intentando disimular ante el resto de la gente, y ya noto que necesito más. Mi cuerpo me pide más, mi sexo me lo pide a él, dentro de mí.

Consigo frenarle un poco al tiempo que me incorporo y, sin decirle nada, me voy al baño. Sé que lo entenderá, sé que me seguirá.

Y en el estrecho pasillo que lleva al baño, casi a oscuras, noto su presencia detrás de mí y le espero. Y me gira, me aprisiona contra la pared, agarra mi cuello con su mano y me besa con más ganas de las que nadie ha mostrado jamás al besarme.

Me asusta que alguien aparezca en ese momento, y le señalo una puerta frente a nosotros. Parece un almacén, y me parece una opción más acertada que el baño, al que sin duda no llegaremos.

Entramos a trompicones, cerramos la puerta a nuestra espalda y echamos una escueta cadena que al menos evitará que nadie entre sin que nos demos cuenta.

Y allí, entre cajas y estanterías con botellas, me gira, se coloca a mi espalda, me hace agarrarme a la parte superior de una de las estanterías y sube mi vestido hasta mi cintura, recreándose con mi culo, mordiéndolo, azotándolo, al tiempo que me rodea con sus brazos y acaricia mis pechos.

Yo sólo espero sus embestidas, necesito sentirle dentro, necesito su calor en mi sexo, porque me estoy derritiendo y no aguanto más.

Noto su respiración en mi nuca y le noto entrar en mí. Se mueve no muy rápido, pero sí muy muy profundo. Me sujeta el pelo y uno de mis brazos a mi espalda. Me penetra sin agarrarme, y sólo hago contacto con su cuerpo cuando su pelvis choca con mis glúteos.

Tardo exactamente treinta segundos en perder el control mientras él, a mi espalda, gime aguantando, esperando su turno.

Y al girarme me arrodillo delante de él y abro el escote de mi vestido porque quiero sentir su semen derramarse entre mis pechos. Y su cara mientras se corre es tan hermosa como viciosa.

Al volver al local, mi amiga ya está sentada en una mesa esperándome.

Al final, la media hora de espera ha sido más placentera de lo que esperaba.

Y me llevo su número de teléfono de recuerdo…

 

Labiosgloss.-

PASADO...

PASADO...

 

No me hagas esto…

No vuelvas.

No te acerques.

No me toques.

No me provoques.

Esto ya estaba zanjado, ¿recuerdas?

No me hagas recordar tu olor, el sabor de tus besos, lo salado de tu piel, el calor de tus manos, la dulzura de tu sexo… Lo recreé tantas veces en mi mente cuando te fuiste que aún no lo he olvidado.

Me prometí a mí misma que no caería de nuevo… Me obligué a no pensarte aun sabiendo que me sería imposible. Me creí ese olvido fingido para poder seguir adelante.

Me persuadí a mí misma para buscar en otro hombre lo que nunca supiste darme, y no necesitar todo aquello que me sí dabas y a lo que me hice adicta.

Porque nunca compensaron tantas noches sin dormir, tantas lágrimas derramadas, tantos orgasmos ahogados entre sollozos a tus espaldas… Tantas sonrisas silenciosas que lo decían todo pero que no querías entender.

No me tomes de la mano de nuevo como si nada hubiera pasado… como si no me hubieras hecho suficiente daño ya.

Una vez ya caminabas a mi lado y me soltaste para agarrarte a ella.

¿Qué quieres ahora? ¿Acaso ella ya no es suficiente? ¿Qué te puedo dar yo ahora que no te diera antes?

Vuelve a tu vida y déjame seguir con la mía.

Déjame echarte de menos en la distancia que, al menos así, poco a poco, voy remontando.

 

Labiosgloss.-

SUEÑO Y REALIDAD...

SUEÑO Y REALIDAD...

Él la observa:

…sus labios…

           …sus ojos…

                     …su pelo…

                              …sus pómulos…

                                           …sus pechos…

                                                        …su trasero…

                                                                    …sus piernas…

 

Ella le observa:

…su mandíbula…

            …sus labios…

                        …sus ojos…

                                  …su ceja partida…

                                                …su pelo…

                                                            …su cuello…

                                                                       …sus hombros…

                                                                                        …sus manos…

 

Ninguno dice nada. Se cruzan cada día, pero disimulan. Como si se resultaran indiferentes, como si nada…

Hoy, ella, ha soñado con él. Y podía distinguir perfectamente su voz, su olor, su calor. Hoy ha vivido oníricamente lo que tanto desea. Hoy él ha sido suyo. Y ha saboreado sus labios, y sentido sus manos acariciar su piel. Hoy él era real, entre penumbras, por primera vez.

Él, en su cama, ha pensado en ella una noche más. En su alegría y su sensualidad. En las ganas de acariciar su rostro cuando le habla, en las ganas de besar sus labios y estrechar su cuerpo cuando están a solas.

Hoy, cada uno en su vida, ha estado junto al otro.

Hoy, esta noche, ella se ha humedecido soñando con él. Podía sentir entre sueños como su cuerpo reaccionaba a las imágenes que se creaban en su mente.

Él, sin embargo, recrea de forma real ese encuentro. Y se acaricia pensando en sus manos recorriendo su espalda, levantando su vestido bajo la mesa de reuniones, y deslizándose muslo arriba, llegando al borde de sus medias, jugando con el elástico, mientras disimula atendiendo como si no sucediera nada. E imagina el rostro de ella sonrojándose, primero por la vergüenza, la duda de si alguien sería consciente de lo que sucede bajo la mesa… y, después, por la excitación, tiñendo sus mejillas y su pecho, mientras contiene ligeramente la respiración ahogando un gemido.

Él puede sentir la suavidad de su piel y, al llegar al borde de su ropa interior, el calor que emana de su cuerpo.

Ella, dormida, en su sueño, disfruta del roce casual de sus manos al cruzarse en el pasillo, de cómo él atrapa su mano, sin dejarla avanzar, la retiene y acorrala ligeramente, mientras a dos centímetros de sus labios le dice que le busque en veinte minutos en la parte trasera de la oficina. Y al llegar el momento, encontrarle sentado en un taburete, con las piernas levemente abiertas, y al acercarse a él, que la tome de las manos y le haga encajarse justo entre ellas, al tiempo que posa sus manos sobre su trasero.

En la sala de reuniones, él la mira de reojo pidiendo aprobación para continuar. Ella, sin palabras, con una mirada tan excitada como asustada, se lo concede. Él desliza un dedo entre la ropa interior y se abre camino. Y apenas unos centímetros más al centro, la humedad de ella le recibe ansiosa y expectante.

En la parte trasera, ella cierra los ojos al verle aproximarse, espera sus labios. Donde él quiera, eso no importa. Y encajada entre sus piernas, puede notar la excitación de él, su sexo duro contra su pubis, y eso hace que ella se excite aún más. Y casi ronronea esperando el beso, que llega suave y casi con miedo, casi pidiendo permiso, y que al contacto de las lenguas, empieza a envilecerse, a tornase tan apasionado como impaciente.

Bajo la mesa, los dedos de él juegan con su clítoris, apenas un roce, apenas una caricia, que hace que ella afloje sus piernas y se entregue. Y ve cómo entreabre los labios y suspira. Cómo su mirada, antes atenta a la presentación, ahora está ausente. Ahora está perdida en ese lugar turbio al que él la ha llevado.

Sin embargo, en la parte trasera de la oficina, es ella quien toma las riendas y con sus manos temblorosas de pura excitación, al tiempo que su boca se funde con la de él, busca su cinturón y empieza a desabrocharlo, a liberar todo el deseo que él le brinda, y que ella recibe golosa, jugando y acariciando, para después retirar sus labios de los de él y concentrarse en su sexo.

En la sala de reuniones, los dedos de él, ya empapados dentro de ella, acarician y frotan y presionan, y la tienen al borde del orgasmo. Y cuanto más piensa que no puede correrse allí, rodeada de gente, más excitada está. Y él, al verla debatirse entre la decencia de una buena chica y la lujuria de una mala, está disfrutando como un loco. Y cuando la mano de ella, bajo la mesa, agarra la de él y nota esa presión firme, angustiada y tensa, sabe que ella ha alcanzado el clímax, retira despacio su mano y asciende sus dedos hasta sus labios, saboreándola derramada en él.

Mientras, es él quien no puede contener más tiempo la excitación mientras la ve dedicada a su placer, mientras le lame y succiona, cerrando sus labios entorno a su glande, pasando la lengua por su frenillo… y así, mientras la agarra del pelo y sin poder dejar de gemir, se corre en sus labios mientras ve cómo le mira con ojos traviesos y excitación contenida.

Y de esta forma, hoy, cada uno en su cama, ha deseado al otro, se ha dedicado al placer del otro.

Y mañana se verán, y disimularán de nuevo… o no.

 

Labiosgloss.-

NOCTURNIDAD...

NOCTURNIDAD...

2:56h

Suena el timbre de casa pero yo estoy dormida. Lo escucho entre sueños, sin ser del todo consciente de si es real, y tardo unos segundos en reaccionar.

Abro los ojos y miro a mi alrededor, en penumbra, y veo iluminado el móvil sobre la mesilla. Tengo un mensaje. Es de él. Y me dice que necesita verme, que si puede venir a casa.

Hace una hora que lo recibí, y de repente pienso en el sonido de la puerta… ¿será él?

Me incorporo como un resorte, han pasado unos minutos desde que llamaron y aún no he abierto… ¿se habrá marchado? Y me levanto y me dirijo a la entrada, con la esperanza de que siga ahí.

Pero por la mirilla no veo a nadie. Y aun así abro la puerta, a pesar de estar casi desnuda, sin pensar en ponerme algo antes, con la esperanza de que no esté lejos, escuche el sonido y vuelva.

Pero no es necesario, porque al abrir, le veo sentado en el lateral de pasillo, con las rodillas encogidas y la cabeza apoyada en la pared. Y se gira en cuando nota que la puerta se abre, y me mira desde abajo sin decir nada, y lo único que se escapa de mis labios es un “Lo siento, no había visto tu mensaje”…

Se incorpora y, sin decir nada, me besa. Se acerca a mí, rodea mi cintura y me besa. Me empuja hacia dentro de casa, y cierra la puerta a su espalda.

Me besa con tantas ganas que me zarandea, y me cuesta mantener el equilibrio. Y sus manos pasan de mi cintura a mi trasero, que aprieta y estruja, y suben hasta mi cara, y la rodea con ellas, y yo permanezco agarrada al lateral de su chaqueta intentando entender qué está pasando, por qué se ha presentado así en mi casa, por qué no ha podido esperar a quedar y vernos… por qué ese arrebato.

Me lleva a la habitación, me levanta en volandas y me coloca de pie sobre la cama. Su cara queda apoyada sobre mi cintura, y besa mi abdomen mientras agarra mis piernas, y mientras mis manos se entrelazan con su pelo…

Y parece tan indefenso ahí abajo… sé que no lo es, pero lo parece.

Me dice “Necesitaba verte, necesitaba tocarte, perdona por despertarte” y no me puede parecer más sensual. Y me arrodillo en la cama para quedar a su altura, y poniendo mis manos sobre su cara le digo que yo también, y que no tiene que disculparse por nada.

Y así, empiezo a desvestirle, porque cada segundo que pasa necesito sentir más de su piel contra la mía.

Me recreo en su calidez, en la suavidad de su piel, en los contornos de sus músculos, en el aroma que desprende su ropa, en la cadencia de sus caricias en mí. Y lo hago muy despacio, porque querría que ese momento durara toda la noche.

Sus labios me absorben por completo. Su lengua juega con la mía y su respiración se mezcla con el aire que inhalan mis pulmones. Sus manos se aferran a mi cuerpo, y acarician con tanta suavidad como firmeza. Cubren mis pechos y aprietan, bajan a mi sexo y curiosean. Tantean esa sensible piel y provocan que se erice todo el vello de mi cuerpo. Y solo acierto a decirle a través de gemidos, que necesito sus dedos dentro de mí, que me muero por sentirle en lo más profundo.

Pero juega conmigo y, en lugar de hacer eso, se recrea acariciando mi clítoris, muy despacio, y noto cómo tiemblan mis piernas.

Estoy aferrada a su cuerpo, sostenida por él, porque de lo contrario, en ese momento no tendría fuerzas para mantenerme en pie.

Me empuja ligeramente para dejarme caer sobre la cama, y termina de quitarse la poca ropa que aún le queda. Se tumba a mi lado, con sus labios junto a los míos, y sigue con su dedicación a mi sexo.

Y mi piel arde por dentro.

Noto como mi vientre tiembla, y mi respiración se entrecorta. Estoy nerviosa. Cuando me excita tanto, tan de repente, me pone nerviosa. Tanto que podría llorar de la tensión contenida.

Y, sin embargo, esa tensión me da la vida. No hay un momento más feliz, no existe un instante más perfecto.

Y al verme temblar, acaricia todo mi cuerpo, me cubre de besos. Me susurra al oído palabras que no consigo entender, porque en ese momento toda mi sensibilidad es mi piel cubierta por la suya.

Su mirada está cargada de deseo. Se coloca sobre mí, estira mis brazos sobre mi cabeza, y noto como su sexo se abre paso entre mis piernas, entre mis pliegues, y busca la entrada, pero sin prisa… sentirle justo ahí me crispa todo el cuerpo. Le necesito dentro, pero al mismo tiempo sentir su dureza retozando con la humedad de la entrada de mi sexo, esas ganas contenidas, esa excitación…

Y tengo que contener las palabras que a punto están de escaparse entre mis labios.

Y le noto entrar, abrirse camino dentro de mí. Siento su respiración en mi cuello, sus dientes en mi hombro… siento su corazón latir cada vez más fuerte en su pecho, justo sobre el mío. Pero quiero verle la cara, y coloco mis manos sobre sus hombros para echarle un poco hacia atrás, para que se incorpore y poder mirarle.

Y la visión de su rostro desencajado por el placer incrementa el mío.

Le pido que me deje girarme, quiero tumbarme boca abajo, quiero sentirle a mi espalda. Quiero sentir su peso sobre mí, y olvidar el peso silencioso que siento desde hace tiempo.

Y así, colocado sobre mí, penetrándome desde detrás, introduce una de sus manos entre la cama y mi cuerpo, y sigue acariciando mi clítoris mientras yo ya no acierto ni a respirar. Y giro la cara, buscando la suya, buscando su aliento para poder continuar.

Y según incrementamos el ritmo, agarra mis caderas y me eleva, y me deja de rodillas sobre la cama, y siento sus manos en mis glúteos y escucho sus gemidos cada vez más intensos, mientras no deja de moverse, entrando y saliendo de mí.

Y por un momento, siento que podría pasar horas así. En esa posición, sintiendo toda su excitación a mi espalda, mirando de reojo su reflejo en el espejo, sintiendo sus embestidas cada vez más profundas.

Cuando le digo que estoy a punto, si moverme, sale de mí y acerca sus labios a mi sexo. Y así, me derramo sobre su boca entre contracciones de placer. Una vez… y otra. Porque me espera y continúa, porque no me deja respirar y tomar aliento cuando ya me hace perderlo de nuevo…

Y cuando ya noto que es él quien no puede más, me giro, sentada en la cama, con él de pie frente a mí, y beso su sexo, paso mi lengua por él, agarro y muerdo… y quiero que todo él se deshaga en mis labios, y saborearle, y degustarle…

Y se queda plácidamente dormido a mi lado, y yo duermo al suyo.

Y al despertar ya no está, se ha marchado… O pude que no haya estado nunca.

 

Labiosgloss.-

ESPERANDO...

ESPERANDO...


Me dice que si le invito a una copa de vino, que viene para acá, que si tomamos algo tranquilos charlando en mi casa...

Y no me lo pienso.

Le digo que sí porque hablan mis ganas, no mi razón.

Le digo que sí porque lo que hemos compartido estos últimos días me dice que lo haga, que no hay nada que temer, nada que perder, y sí mucho que ganar.

Y mientras espero, me asaltan las dudas, y la inseguridad.

De si me gustará, de si le gustaré.

Si mi trasero le parecerá demasiado generoso, y mi pecho escaso.

Si mis ojos le resultarán comunes, y mis manos feas.

Si mi sonrisa le parecerá poco interesante, y si mi conversación le aburrirá.

No quiero pensarlo, no quiero crearme expectativas, no quiero repetir mis errores pasados.

Quiero dejarme sorprender sin esperar nada.

Quiero, simplemente, sentirme viva, y disfrutar de esta sensación que ahora recorre mi cuerpo.

Adrenalina pura.

Repaso mentalmente sus fotos: me resulta atractivo y encantador. Increíblemente sencillo, muy educado, asentado y seguro de sí mismo.

Y además está su sentido del humor, su alegría.

Mientras me ducho, me preparo para él. No sé si para sus manos, pero sí para su vista. No sé si esta noche iremos más allá físicamente, pero emocionalmente seguro.

Para bien o para mal.

Y me visto pensando en cómo sus manos levantarían mi vestido, y quiero que bajo él encuentre medias de blonda. Y quiero que más arriba se tope con un “body” de encaje.

Que mi piel sea suave y satinada, que huela a azahar.

Que mi pelo resbale sedoso por sus dedos, que lo aparte de mi cara sin poder quitarse el aroma de su cabeza más tarde.

Maquillo mi piel para parecer de porcelana a su vista, perfilo mis ojos para darles toda la intensidad que el momento merece. Ruborizo mis mejillas para poder ocultar el rubor natural que sin duda me provocará él más tarde…

…Y le espero…

 

Labiosgloss.-