Blogia
LABIOSGLOSS

SAD

14.01.2005

14.01.2005

 

Hoy tú y yo haríamos nueve años… Hoy, si esto no hubiera terminado, sería nuestro noveno aniversario.

Me has enviado un mensaje para recordármelo, como si pudiera olvidarlo.

Aquel día en que tus preciosos y enormes ojos oscuros me dejaron helada al poder leer en ellos toda la bondad de tu persona.

Un comienzo tan inesperado como hermoso.

Te encontré a 350 kilómetros, y tuve claro que merecías los muchísimos desplazamientos que tuvimos que hacer durante años para vernos. Aquellos viernes nocturnos en un autobús durante horas, que tú fueras a recogerme casi de madrugada, con una flor cortada en cualquier jardín, y pasar todo el sábado en la cama, charlando, jugando, riendo y haciendo el amor. Dar paseos por la playa, no necesitábamos nada más… y, el domingo, emprender el camino de regreso a casa con una sonrisa en los labios y el alma tranquila.

Por primera vez en mucho tiempo, encontré a alguien que me equilibró. Yo, tan independiente, tan centrada, tan maniática del control. Tú, tan espontáneo, tan despreocupado, tan mundano…

Recuerdo lo mucho que me hacías reír. Lo cariñoso que eras conmigo, la absoluta adoración hacia mi persona que demostrabas. La forma calmada con que me mirabas. Veía en ti la certeza de quien sabe que está con la persona que ama. Me sentía tan querida, tan amada…

Hablábamos de un futuro que no queríamos planificar más allá de vernos de viejecitos de la mano dando paseos, y riendo.

Me volqué en ti, y lo dejé todo por verte feliz. Aquello me bastaba.

Hasta que, la presión por ofrecerme lo mismo, por no sentirte inferior, nos jugó una mala pasada.

Yo no necesitaba nada más, te hubiera cuidado toda la vida. No me importaba nada más. Pero dejaste de mirarme a los ojos para mirarte a ti mismo, y me olvidaste en la vida real por intentar darme un futuro mejor. Ahí es donde todo falló: el futuro te preocupó más que el presente y lo boicoteó.

Y en tu afán por hacerte valer, te separaste de mí. Y aquellos ojos alegres se tornaron preocupados y agobiados.

Y mi éxito condicionó tu afectividad, y me dejaste sola. Pensabas que yo merecía algo más sin darte cuenta de que sólo te necesitaba a ti.

Y me quedé perdida y abandonada en un lugar extraño, y el abismo se fue haciendo más y más grande…

Peleé y luché por salvarnos. Pero no te dejaste. Obcecado en demostrarme algo que no era necesario.

Te confundiste y, de repente, tú ya no eras tú. Te fuiste, y no regresaste.

Hoy me dices que siempre seré el amor de tu vida. Yo sé que, probablemente, nadie me querrá tanto como lo hiciste tú, con absoluta lealtad y devoción.

Puede que nunca me perdone no haber sabido ayudarte a regresar a mi lado, a volver a ser aquella persona de la que me enamoré.

Hice todo lo que pude, pero era tarde. Nos habíamos alejado, y ya no nos encontrábamos.

Y terminó. Ocho años y medio después.

Sí… lo sé, hoy sería el noveno. Claro que lo sé.

 

Labiosgloss.- 

CELOS...

CELOS...

 

Me habla de ella y me hierve la sangre.

Sé que soy su amiga, que lo amigos están para eso, que debería alegrarme su felicidad… pero no puedo evitar sentir como si mil cuchillos se hundieran en mi pecho cada vez que la nombra.

No es nada contra ella, porque no la conozco. Es algo contra mí misma. Es darme cuenta de todo lo que ella le ofrece y que, obviamente, yo no hago. 

Sonrío mientras le escucho, con el alma destrozada. Mi garganta se encoge, mi corazón se acelera y mis lágrimas pelean contra mí pujando por aflorar. Pero no las dejo, no puedo mostrar mi debilidad. Y no es por orgullo, es como defensa: no mostrar dolor es lo mejor para controlarlo. Dejar aflorar una sola lágrima sería el final de mi compostura, el no poder contenerme, el derrumbarme.

Habla de ella, y lloro por dentro. Callo y finjo atender, pero no puedo. Sonrío, y me ausento. Porque en ese punto lo único que puedo pensar es en lo idiota que soy por no saber salir de esa situación… Su decisión está tomada, ¿qué creo que hago?

Saldría corriendo, me iría muy lejos… donde no exista ninguno de los dos. Donde mi autoestima no se viera amenazada por una desconocida, donde mi amistad con él no anhelara algo más, tan deseado como imposible.

Y le veo feliz, y me alegra y me destroza al mismo tiempo. Porque su felicidad es lo que me hace desgraciada, pero al mismo tiempo mi mayor alegría es verle sonreir.

Y habla de ella con ilusión, como si fuera perfecta, justo como me gustaría que hablara de mí.

Y dice su nombre y mi mundo se hace un poco más pequeño, me asfixia, me falta el aliento, me enroco, me auto-protejo, me fustigo… y me enamoro un poco más de él. Sin sentido, como si tal cúmulo de sentimientos me confundiera aún más, mezclando dolor y placer, alegría y tristeza, deseo e indiferencia.

Y debería bajarme de esta montaña rusa emocional ahora que aún no ha descarrilado, pero es que… nunca he sido de las que se bajan en marcha…

 

Labiosgloss.-