Blogia
LABIOSGLOSS

SOLA...

SOLA...


Estoy atada y no puedo moverme.

No veo nada, mis ojos están tapados.

No escucho nada, parece que me ha dejado sola.

A cuatro patas sobre la cama, con las manos apoyadas en el colchón, pero atadas entre sí y a una barra metálica que restringe cualquier movimiento. Y, además, sujetas al cabecero con cuerdas.

Las rodillas también soportando mi peso, abiertas con la anchura de mis caderas, y los tobillos amarrados a cada extremo de la cama, esta vez con bandas de tela y grilletes.

Al entrar a su casa no me ha dirigido la palabra, pero sí me ha puesto una venda en los ojos, tapones en los oídos (supongo que para que ni el sonido me ayude a orientarme sobre lo que iba a suceder) y me ha desnudado. Primero con fiereza, impaciente, para después frenar el ritmo al tenerme en ropa interior. Tanto que he pasado unos minutos, varios, bastantes, de pie frente a él. Y sé que estaba frente a mí porque no tengo dudas de que me observaba mientras acariciaba el lateral de mis muslos con sus manos, subiendo de las rodillas a las caderas, apretándolas ligeramente al llegar a mi parte más ancha.

Cuando lo ha considerado oportuno, me ha girado, dejándome de espaldas a él, y ha terminado de quitarme la poca ropa que me quedaba encima.

Y así, empezando de cero, ha comenzado a vestirme a su antojo... 


Primero he notado cómo subía unas medias por cada una de mis piernas, y después la presión constrictora de un corsé rodeando mi cintura, dejando mis pechos al aire pero que ha tenido a bien maquillar, supongo que con una lápiz de ojos o similar, redibujando su contorno...

Y por un momento sólo podía pensar en que esa marca de tinta sería mucho más difícil de borrar de lo que pensaba, y en los días que, bajo mi ropa, la seguiría llevando tatuada.

La siguiente imagen soy yo sobre la cama, y sus palabras, firmes, cálidas e intimidantes: "Aquí me esperarás hasta que yo considere que has ganado el premio de mi compañía".. . Y se marcha. Y me quedo sola, sobre las sábanas, sin saber qué hacer.

¿Esperar... a qué?... Se supone que tengo que merecer su presencia a mi lado, pero... ¿cómo?

Pasan varios minutos que parecen eternos y allí sigo...Me ha colocado de nuevo los tapones y no escucho nada. Tampoco quiero hacer ruido, estoy tan asustada como impaciente... No se cuándo considerará adecuado volver a mi lado...

Parecen horas, y nada. Empiezo a notar el cansancio de la postura forzada en mis brazos y rodillas, que soportan el peso de mi cuerpo, y la curva de mi espalda empieza a ceder buscando el alivio del apoyo sobre la cama. Pero no puedo, no llego a apoyarme sobre ella. Mantengo como puedo la tensión a la espera de algún movimiento o instrucción por su parte.

De repente, mientras estoy inmersa en mis pensamientos planteándome cómo alcanzar una postura más cómoda, notó su mano en mi sexo... Directa y sin titubeos. Y se acerca a mi oído, lo libera y me susurra: "Aún no estás lista". Y desaparece, o eso parece. Ni un sólo signo de presencia más a mi lado.

¿Eso quiere? Claro... Eso quiere. A mí, lista para él, lista para hacer conmigo lo que quiera, abierta a su juego, a sus juegos.

Mi mente va rápido, y se recrea en ese sutil toque que buscaba mi humedad.

Puede que vuelva...¿no? Porqué quiero volver a sentirle.

Y me noto la respiración agitarse. Ni siquiera se si seguirá en la habitación observando, pero sólo pensar en esa posibilidad me hace ponerme a mil. Noto como mi sexo se humedece por momentos, noto mis pezones erizarse y mi cuerpo tenso.

Puede que me mire, puede incluso que se esté masturbando a mi lado... O puede que no le haya gustado no verme preparada y se haya marchado.

¿Y si no regresa?

Muchísimo tiempo después noto un portazo... No sé sí ha sido él, pero deseo que vuelva. Mi humedad gotea por mis muslos ansiando sentir de repente sus manos en mi cuerpo...

Y sí, unos minutos después noto algo: el cuero de un cinturón sobre mis nalgas, que me arranca un grito, tanto por lo inesperado como por la sorpresa. Pero aguanto un momento, porque estoy segura de que llegarà otro... Y sí, recibo una sacudida más, pero ésta vez con su mano...

No sé si gimo en silencio o en voz alta, porque no puedo escucharme... Pero no me importa siempre que no pare.

Una caricia en mis muslos y su mano abriéndose camino entre ellos, llegando a mi coñito empapado, y al mismo tiempo colocando su boca junto a mi cuello.

Me desata muy despacio. Me quita los tapones y la venda, y me besa en la mejilla.

"Buena chica... Que duermas bien".

Y se marcha...


Labiosgloss.-




0 comentarios