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LABIOSGLOSS

DESCONOCIDO...

DESCONOCIDO...

 

Espero a mi amiga sentada en la barra del local, tomando una copa, mirando distraída a mi alrededor.

Y topo con su mirada, en una de las mesas del centro.

Está serio y no deja de observarme. Por un momento pienso que me conoce, y su gesto se debe a que intenta recordar de qué. Pero no, yo sí me acordaría de él.

Cambio de dirección evitando sus ojos en mí, y miro disimuladamente el móvil esperando que mi amiga me diga que ya llega, que está cerca… pero no, le queda más de media hora y me toca esperar.

Y él sigue mirándome.

Sin ser del todo consciente, aliso la falda de mi vestido y ahueco mi pelo.

Él lo ve, y me sonríe.

Y poco a poco reparo en todos sus detalles: sus ojos verdes, su pelo castaño, sus hombros anchos y su mandíbula marcada. Viste un jersey entallado negro, de cuello vuelto, pantalones grises y zapatos negros de cordones. Resulta discreto y elegante.

Giro mi taburete un poco para evitar tenerle en el centro de mi campo visual. Casi llego a darle la espalda, pero prefiero eso al juego de miradas que mantenemos  y que no llegará a ninguna parte.

Sin embargo, dos minutos después, su mano se posa en mi hombro. Antes de girarme ya sé que es él. Y sin pedir permiso, se sienta a mi lado y me ofrece su mano.

De inmediato, siento que le deseo. Deseo tocarle, deseo sus labios y sus manos. Sentado frente a mí, veo que me habla, pero no le escucho. Estoy embelesada, perdida en la luminosidad de sus ojos, en el color afrutado de su boca, en los contornos rudos de su pecho y sus hombros.

Le ofrezco mi mano de vuelta y la besa. Noto cómo mi ropa interior se humedece y el calor asciende por mis mejillas.

Ha pedido una copa. No sé lo que es, pero no se parece a nada que haya tomado antes. Pienso que es para él, pero me ofrece al tiempo que se acerca a mi oído y me susurra: “Bebe, quiero besarte y saborearlo de tus labios”.

No puedo decir que no. Tomo la copa y bebo un sorbo. Levanto la mirada y sólo me dice una palabra: “Más”.

Tomo otro sorbo, éste un poco más largo y más abundante. Tanto que el líquido resbala por la comisura de mis labios, y cuando asciendo mi mano para limpiarlo, me agarra con la suya y me dice que no. Y se acerca a mí, tan despacio que parece a cámara lenta. Y cuando está tan próximo que apenas distingo sus rasgos, abre su boca y, primero con sus labios y después con su lengua, recoge el exceso que resbala por mi barbilla, ascendiendo hasta mis labios, y besándome con tanta lentitud que soy yo ahora quien se incorpora ligeramente sobre el taburete para acercarme a él.

Y apenas unos segundos después, se separa de mí, vuelve a su posición inicial, y sin perder un ápice de serenidad, me dice, mirándome a los ojos, que quiere ver qué llevo bajo el vestido.

Le miro perpleja pero totalmente cautivada. Y mientras que mi mente parece estar en pausa, es mi cuerpo quien reacciona obedeciendo sus deseos, y así mis manos agarran el bajo de mi vestido y lo suben despacio, muy despacio, mientras sus ojos se clavan en mis piernas y entreabre sus labios.

Dejo que vea mis medias de rejilla al muslo, y al llegar a la blonda que las sujeta, freno el ascenso.

Y de nuevo me dice: “Más”… y miro a mi alrededor para evaluar lo descarado que sería obedecerle y seguir subiendo la falda pero, de repente, me doy cuenta de que no me importa. Está frente a mí, en la esquina de la barra, y yo doy la espalda a casi todo el local. Puedo permitirme jugar.

Sigo subiendo despacio. Dos centímetros más y podrá ver el raso morado de mis braguitas. Aunque decido, sobre la marcha, que puede que sea más divertido enseñarle primero el tirante de mi sujetador a juego, y dejo resbalar el hombro de mi vestido, para que pueda ver el encaje morado ribeteando el raso del sostén. Que pueda imaginar que la parte de abajo será igual, que esté ansioso por descubrirlo.

Y cuando el vestido sube lo suficiente, frena mi ascenso, se acerca y me dice: “No necesito ver más, ahora tócate para mí”.

Me noto excitada como nunca, pero también asustada. La luz del local es tenue, pero… ¿tocarme para él, delante de todo el mundo? ¿Y si lo ve alguien?

“No pienses, hazlo…” me susurra.

Y mi mano derecha se cuela entre mi ropa interior, y acaricio mi sexo, totalmente mojado, primero de forma superficial, para ir ganando intensidad a medida que sus ojos, absortos, se encienden observando el espectáculo.

Me atrevo a sacar mi mano de entre mis piernas y acercar mis dedos a sus labios, y noto cómo se sorprende gratamente al tiempo que toma mi mano entre las suyas y lame mis dedos, saboreándome a mí en ellos.

“Ahora déjame a mí…”

Se acerca un poco más a mí y es su mano la que ahora pone rumbo a mi sexo. No deja de mirarme a los ojos y justo en el momento en que sus dedos entran en mí, acerca su boca a la mía y me besa. Me muerde, más bien. Me devora. Creo que descubrir lo mojada que estoy ha despertado del todo su deseo.

Me hace tocar el cielo dos veces, intentando disimular ante el resto de la gente, y ya noto que necesito más. Mi cuerpo me pide más, mi sexo me lo pide a él, dentro de mí.

Consigo frenarle un poco al tiempo que me incorporo y, sin decirle nada, me voy al baño. Sé que lo entenderá, sé que me seguirá.

Y en el estrecho pasillo que lleva al baño, casi a oscuras, noto su presencia detrás de mí y le espero. Y me gira, me aprisiona contra la pared, agarra mi cuello con su mano y me besa con más ganas de las que nadie ha mostrado jamás al besarme.

Me asusta que alguien aparezca en ese momento, y le señalo una puerta frente a nosotros. Parece un almacén, y me parece una opción más acertada que el baño, al que sin duda no llegaremos.

Entramos a trompicones, cerramos la puerta a nuestra espalda y echamos una escueta cadena que al menos evitará que nadie entre sin que nos demos cuenta.

Y allí, entre cajas y estanterías con botellas, me gira, se coloca a mi espalda, me hace agarrarme a la parte superior de una de las estanterías y sube mi vestido hasta mi cintura, recreándose con mi culo, mordiéndolo, azotándolo, al tiempo que me rodea con sus brazos y acaricia mis pechos.

Yo sólo espero sus embestidas, necesito sentirle dentro, necesito su calor en mi sexo, porque me estoy derritiendo y no aguanto más.

Noto su respiración en mi nuca y le noto entrar en mí. Se mueve no muy rápido, pero sí muy muy profundo. Me sujeta el pelo y uno de mis brazos a mi espalda. Me penetra sin agarrarme, y sólo hago contacto con su cuerpo cuando su pelvis choca con mis glúteos.

Tardo exactamente treinta segundos en perder el control mientras él, a mi espalda, gime aguantando, esperando su turno.

Y al girarme me arrodillo delante de él y abro el escote de mi vestido porque quiero sentir su semen derramarse entre mis pechos. Y su cara mientras se corre es tan hermosa como viciosa.

Al volver al local, mi amiga ya está sentada en una mesa esperándome.

Al final, la media hora de espera ha sido más placentera de lo que esperaba.

Y me llevo su número de teléfono de recuerdo…

 

Labiosgloss.-

1 comentario

inma -

me ha encantado