Blogia
LABIOSGLOSS

MI REGALO...

MI REGALO...

 

He salido con mis amigas a celebrar mi cumpleaños… 

Ayer, al salir del trabajo, le insinué que, tras la cena, podía pasarse a tomar una copa al local donde estuviéramos, y ahí quedó todo.

Hoy no he querido insistir, pero sí he intentado tentarle con una foto  simpática de mi sonrisa y mi mojito.

…Salgo ahora de trabajar, si me invitas a uno de esos me acerco…

Ha tardado media hora en llegar, y al verle aparecer me temblaban las rodillas.

Nos hemos separado de mis amigas y nos hemos acercado a la barra. Me ha felicitado dándome un beso en la mejilla. Un beso muy lento, que se ha posado en mi piel más tiempo del recomendado entre dos simples compañeros…

Hemos compartido un rato de risas mientras le comentaba lo que habíamos hecho antes de que él llegara, cómo había transcurrido la cena… Y sus ojos ardían en mi retina, clavados en mi cerebro, viendo más allá de mí misma, lo sé. Sé que podía ver el deseo reflejado en mi rostro.

No es muy dado a bailar, pero mi tercera copa me ha animado a cogerlo  de la mano y contonearme frente a él.  Se ha limitado a rodear mi cintura con uno de sus brazos, y en uno de los movimientos, más cercanos a su cuerpo de lo normal, casi he podido sentir un gemido y su cuerpo crisparse al contacto con el mío.

Y su mano ha bajado apenas cinco centímetros, de mi cintura a mi cadera. Me he estremecido, me ha calentado aún más, me ha hecho cerrar los ojos y concentrarme en su contacto…

Después, de vuelta a la barra, se ha sentado en un taburete y he quedado frente a él, casi entre sus piernas, ligeramente abiertas, y he apoyado una de mis manos en su pierna. Muy lentamente, mientras hablábamos, mi mano ha ido ascendiendo, desde casi la rodilla hasta la parte superior del muslo. Lo hacía de forma premeditada, pero al mismo tiempo disfrazada de naturalidad, como si no me diera cuenta de lo que hacía, como si su pierna no fuera tal, como si fuera mi propio cuerpo…

Hasta que ha puesto su mano sobre la mía, frenando el ascenso, y ha tirado ligeramente de mí para acercarme a él y decirme  al oído “Si sigues haciendo eso, vamos a acabar muy mal…”

Eso quiero, quiero acabar muy mal esta noche… contigo.

No he dicho nada, simplemente he esbozado una sonrisa, acompañada de una mirada traviesa, dándole a entender que me importaba muy poco acabar así.

Y manteniendo la leve distancia a la que me ha puesto de él, le he tirado un beso. Apenas a diez centímetros de sus labios.  Y he empezado a bailar entre sus piernas, muy despacio, sólo moviendo las caderas al compás de la música…

Le veo desconcertado y también impaciente, excitado, y tímido. Esperando mi siguiente paso, sin atreverse a darlo él.

Así que me acerco a su oído y le digo “¿Y mi regalo?... ¿quieres ser tu mi regalo de esta noche?” y le beso el lateral del cuello, justo bajo el lóbulo de su oreja. Y ahora sí, sus manos me rodean y bajan hasta mi trasero, acercándome a su cuerpo. Me separo ligeramente y espero que acerque sus labios a mí. No voy a moverme, más vale que de él ese paso, porque si no estaremos a esa distancia toda la noche.

Sus ojos muestran dolor. Esa mágica expresión de dolor cuando deseas algo con todas tus fuerzas. Están entreabiertos y noto su respiración en mi rostro.

“Esto me está matando…” le digo, y ahora sí recorre el breve camino que nos separa y me besa. Apenas un roce, casi pidiendo permiso, para después ganar intensidad, gimiendo de placer por el deseo acumulado.

Me acerca un poco más a él.  Estoy encajada entre sus piernas y puedo sentir su sexo en mi pubis. Puedo sentir como me mueve contra él, cómo me desea. Y noto mi sexo empapado, palpitante, ansioso. Pero al mismo tiempo, contenido, porque esta situación es tan excitante que merece la pena alargarla y saborearla.

Rodeo su espalda con mis brazos, y asciendo despacio por su columna, hasta su cuello, mezclando mis manos con su pelo, acariciando su cuello y guiando mis besos.

Inclino mi cabeza hacia atrás y dejo que bese mi cuello. Siento que sus labios me queman al contacto con mi piel. Estoy tan excitada que podría follarle allí mismo…

Si nos vamos ahora mismo del local, en dirección a su casa o la mía, no sé si aguantaríamos hasta llegar.  Vamos a  esperar, vamos a frenar un poco. Le digo que me pida algo mientras voy al baño y le dejo un momento sólo en la barra…

Al regresar, nos resulta más fácil retomar una conversación y empezar a bromear, mientras nos acariciamos levemente, manteniendo las hormonas controladas, intentado mitigar  el deseo.

Cuando la noche llega a su fin, no hay nada que hablar. Su coche está cerca y yo no  tengo el mío… sin hablar, camino a su lado y ponemos rumbo a su casa.

Me dedico a acariciar su pierna mientras conduce, al tiempo que me mantengo tumbada, relajada, con los ojos cerrados. Al parar en el último semáforo, antes de llegar a su casa, se inclina sobre mí y me besa, al tiempo que introduce su mano bajo mi falda, entre mis piernas, buscando mi sexo. Se me escapa un gemido  que le excita aún  más.

No podemos evitar manosearnos y besarnos en el tramo que separa el garaje de su casa. He caminado a su lado al tiempo que metía mi mano en el bolsillo posterior de sus vaqueros, y mientras introducía la llave en la cerradura de su puerta, me he colocado detrás de él y rodeado su pecho con mis brazos, dejando después caer mis manos hasta su sexo, notando cómo inclina su cabeza hacia atrás y se impacientas por entrar.

Y apenas nos da tiempo a cerrar la puerta a nuestra espalda, cuando me empuja contra la pared y levanta mi falda hasta mi cintura, pegando su cuerpo al mío, levantando mis brazos sobre mi cabeza, besando mi pecho, tirando mi abrigo y mi bolso al suelo.

Me coge de la mano y me lleva a su cuarto. Y ahora me toca mandar a mí… Le empujo a la cama y se queda sentado sobre el borde, a mi merced. Mientras muy despacio me quito el vestido. Quiero quedarme delante de él en ropa interior, con mi sujetador y cullote de encaje negro, con las medias negras al muslo, con los zapatos de tacón puestos. Eso ya me lo quitará él.

Y me pongo a horcajadas sobre él, de forma que pueda acariciar mi trasero, morder mis pechos sobre la tela del sujetador… Hasta que no aguanta más, y me gira, me tumba sobre la cama, y muy despacio, empieza a quitarme lo poco que me queda de ropa.

Ahora tiemblo… sus caricias son tan lentas que me vuelven loca. Estoy impaciente por sentirle dentro de mí, he deseado este momento durante tanto tiempo… pero se recrea en mi sexo, y lo acaricia despacio, introduciendo sus dedos en él, disfrutando de su humedad… Y el contacto de sus labios me hace estremecer. Mis caderas se mueven impacientes, mientras siento su lengua jugar entre mis pliegues, su incipiente barba rozando mis muslos, sus gemidos clavándose en mi mente…

Le pido que siga, y al mismo tiempo que suba de nuevo a mi altura, que quiero besarle yo, que deseo saborearle, que me muero por notar su sexo entrar en mí… Y cuando consigo que lo haga, me muero de placer… Me siento derretir entre sus brazos, me consume la dureza de su sexo abriéndose camino en mí, el dulce movimiento que poco a poco gana intensidad, y que me hacer perder el control…

Mi orgasmo no puede esperar… Son demasiadas ganas contenidas… En realidad, podría haberme hecho explotar con la primera caricia si no hubiera sido por los nervios, pero ahora, por fin, está aquí, conmigo, en mí… y no va a ser una noche corta. Está toda por delante para nuestro disfrute.

Labiosgloss.-

0 comentarios