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Relato 4: En el balcón...

Relato 4: En el balcón...

Cuando sentí su respiración junto a mi nuca, con sus brazos asiendo mi cintura para rodearla y pegarse a mi cuerpo, supe que la situación iría a más

Él había salido un momento de la habitación, y yo aproveché para respirar un poco de aire fresco. Abrí el ventanal y me apoyé en la barandilla, curioseando el ambiente de la calle y refrescando mi cara con la brisa otoñal, después de una cena amena, relajada, llena de risas y confidencias.

Cerré los ojos tras mirar al infinito esas pequeñas luces cálidas que iluminaban la ciudad cuando la noche caía ya rotunda sobre ella. Sonaba música, canciones suaves, de melodías agradables, que él mismo había grabado unos días antes y que se convirtieron en la banda sonora de nuestros encuentros.

Mi vestido morado de gasa, vaporoso, sencillo, se movía ligeramente con el aire que se colaba en la habitación a través de los ventanales. Una de mis piernas ligeramente apoyada en la barandilla, apenas unos centímetros sobre el suelo, mientras la otra soportaba el peso del cuerpo, tensa, y ambas cubiertas por botas altas y negras, de tacón.

En la calle, tres pisos por debajo, y casi frente a mi, unos chavales reían y charlaban, dando tragos a un vaso grande de plástico, sentados en un banco y sin prisa alguna. Fin de semana en Madrid.

Fue entonces, con los ojos cerrados, dejándome envolver por la brisa y la música, cuando sentí su calor a mi espalda, me estaba rodeando la cintura mientras acercaba sus labios a mi cuello y a mi nuca. Y por un segundo intenté girarme, para poder mirarle directamente a los ojos, pero no me dejó. Me susurró un “No te muevas”, sí, un susurro, pero grave y muy sensual,  y sentí como me temblaban las piernas.  Y supe que lo mejor era obedecerle, porque sin duda él sabía lo que quería, y lo que me iba a gustar.

Apartó mi melena, dejándola caer suavemente sobre mi hombro izquierdo, mientras sus labios besaban mi espalda, mi hombro derecho, mi nuca y sus manos seguían sobre mi cintura, para poco a poco ir ascendiendo hacia mis pechos, que, excitados, se marcaban a través de la leve gasa del vestido, la única separación entre mi piel y la suya.

Una de sus manos bajó hasta mi pierna derecha, donde en el lateral, el vestido tenía una abertura que permitía acceso directo a mis muslos. Y ascendió por él, llegando al borde de la media, que quedaba a la mitad del muslo, jugueteando con la puntilla que la sujetaba a él.

Su cuerpo, pegado completamente al mío, estaba cada vez más excitado. Sus gemidos, profundos, con su pecho pegado a mi espalda, resonaban en todo mi cuerpo. Sus vibraciones activaban cada una de mis terminaciones nerviosas, haciendo que el placer inundara todo mi cuerpo.

Fue entonces cuando sus manos levantaron por completo mi vestido hasta la cintura, dejando a la vista mi trasero, cubierto por un delicado cullotte de encaje, y las piernas con medias de rejilla al muslo.

Mi cuerpo me pedía girarme para besarle, para poder también tocar su cuerpo y disfrutar de él, pero al mismo tiempo quería que fuera él quien me guiara, dejarme hacer, dejarle hacer.

Los chicos que bebían sentados en el banco de la calle no se percataban de nuestro juego de haberse girado y mirado unos metros hacia arriba, hubieran observado todo lo que hacíamos, porque por mucho reparo que a mi me diera, a esas alturas no podíamos parar. Y aunque de vez en cuando yo sugería ser un poco más recatados y volver a la intimidad de la habitación, ni él me dejaba ni nuestro acto hubiera tenido ni la mitad de morbo.

Yo me debatía entre el “quiero girarme” y el “sigue así, me encanta”, cuando sentí sus manos apartando la ropa interior y su sexo abriéndose paso dentro de mi, tan cálido, tan húmedo, tan intenso.. Mis piernas casi no podían soportan la tensión, y desde hacía un buen rato me aferraba a la barandilla, dejando que fuera él quien marcara el ritmo de cada embestida y cada pausa, pausas cuidadas y extenuantes, de esas que te hacen casi rogar “no pares, por favor, no pares”

Sus manos acariciaban mi torso, mi cuello, pasaba un dedo por mis labios introduciéndolo en mi boca para que lo lamiera y luego volver a bajarlo y excitarme más y más con esa humedad.

Inclinaba mi cabeza hacia atrás para poder acercarme a sus labios, deseando que me dejara entrelazar mi lengua con la suya, mientras mi respiración aumentaba deseando tenerle frente a frente. Ya.

Y cuando el deseo era tan grande que no podía soportar el juego, decidió que era el momento de volver adentro.
 

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1 comentario

alyohara -

realmente eres encantadora, tu blog es fascinante, me gusta tu escritura, divine...
besos mil desde mis luces...