Blogia
LABIOSGLOSS

BDSM

AMARRADO…

AMARRADO…

 

… Y, estando a mis pies, te amarro, y te entrelazo a mí…

A mis pies te inclinas, esquivando mi mirada.

Subo tu rostro alzando ligeramente tu barbilla, pero rehúyes mis ojos. Entornas los tuyos para no mirarme, porque sé que sólo quieres sentirlo, sentirme.

Esa entrega total, esa confianza ciega, esa sumisión tan de verdad.

Tenso un poco más, ciñendo tu piel. Tenso acercándote a mí, tenso jugando con tu movilidad y la distancia que nos separa.

Rodeo tu cuerpo con mis brazos, te aprieto contra mí, siento el calor de tu piel abrasando la mía, siento la humedad de tu piel empapándome. Por fuera, por dentro...

Acerco tu rostro a mi pecho, te dejo sentir el latido de mi corazón, te tranquilizo y protejo, te hago mío y me siento más tuya que nunca.

Beso tu frente y me amarro a tus hombros, y, al mismo tiempo, vuelvo a tirar de la cuerda que te envuelve…

Te marco y te domino, y tu sumisión me domina a mí.

 

Labiosgloss.- 

SOLA...

SOLA...


Estoy atada y no puedo moverme.

No veo nada, mis ojos están tapados.

No escucho nada, parece que me ha dejado sola.

A cuatro patas sobre la cama, con las manos apoyadas en el colchón, pero atadas entre sí y a una barra metálica que restringe cualquier movimiento. Y, además, sujetas al cabecero con cuerdas.

Las rodillas también soportando mi peso, abiertas con la anchura de mis caderas, y los tobillos amarrados a cada extremo de la cama, esta vez con bandas de tela y grilletes.

Al entrar a su casa no me ha dirigido la palabra, pero sí me ha puesto una venda en los ojos, tapones en los oídos (supongo que para que ni el sonido me ayude a orientarme sobre lo que iba a suceder) y me ha desnudado. Primero con fiereza, impaciente, para después frenar el ritmo al tenerme en ropa interior. Tanto que he pasado unos minutos, varios, bastantes, de pie frente a él. Y sé que estaba frente a mí porque no tengo dudas de que me observaba mientras acariciaba el lateral de mis muslos con sus manos, subiendo de las rodillas a las caderas, apretándolas ligeramente al llegar a mi parte más ancha.

Cuando lo ha considerado oportuno, me ha girado, dejándome de espaldas a él, y ha terminado de quitarme la poca ropa que me quedaba encima.

Y así, empezando de cero, ha comenzado a vestirme a su antojo... 


Primero he notado cómo subía unas medias por cada una de mis piernas, y después la presión constrictora de un corsé rodeando mi cintura, dejando mis pechos al aire pero que ha tenido a bien maquillar, supongo que con una lápiz de ojos o similar, redibujando su contorno...

Y por un momento sólo podía pensar en que esa marca de tinta sería mucho más difícil de borrar de lo que pensaba, y en los días que, bajo mi ropa, la seguiría llevando tatuada.

La siguiente imagen soy yo sobre la cama, y sus palabras, firmes, cálidas e intimidantes: "Aquí me esperarás hasta que yo considere que has ganado el premio de mi compañía".. . Y se marcha. Y me quedo sola, sobre las sábanas, sin saber qué hacer.

¿Esperar... a qué?... Se supone que tengo que merecer su presencia a mi lado, pero... ¿cómo?

Pasan varios minutos que parecen eternos y allí sigo...Me ha colocado de nuevo los tapones y no escucho nada. Tampoco quiero hacer ruido, estoy tan asustada como impaciente... No se cuándo considerará adecuado volver a mi lado...

Parecen horas, y nada. Empiezo a notar el cansancio de la postura forzada en mis brazos y rodillas, que soportan el peso de mi cuerpo, y la curva de mi espalda empieza a ceder buscando el alivio del apoyo sobre la cama. Pero no puedo, no llego a apoyarme sobre ella. Mantengo como puedo la tensión a la espera de algún movimiento o instrucción por su parte.

De repente, mientras estoy inmersa en mis pensamientos planteándome cómo alcanzar una postura más cómoda, notó su mano en mi sexo... Directa y sin titubeos. Y se acerca a mi oído, lo libera y me susurra: "Aún no estás lista". Y desaparece, o eso parece. Ni un sólo signo de presencia más a mi lado.

¿Eso quiere? Claro... Eso quiere. A mí, lista para él, lista para hacer conmigo lo que quiera, abierta a su juego, a sus juegos.

Mi mente va rápido, y se recrea en ese sutil toque que buscaba mi humedad.

Puede que vuelva...¿no? Porqué quiero volver a sentirle.

Y me noto la respiración agitarse. Ni siquiera se si seguirá en la habitación observando, pero sólo pensar en esa posibilidad me hace ponerme a mil. Noto como mi sexo se humedece por momentos, noto mis pezones erizarse y mi cuerpo tenso.

Puede que me mire, puede incluso que se esté masturbando a mi lado... O puede que no le haya gustado no verme preparada y se haya marchado.

¿Y si no regresa?

Muchísimo tiempo después noto un portazo... No sé sí ha sido él, pero deseo que vuelva. Mi humedad gotea por mis muslos ansiando sentir de repente sus manos en mi cuerpo...

Y sí, unos minutos después noto algo: el cuero de un cinturón sobre mis nalgas, que me arranca un grito, tanto por lo inesperado como por la sorpresa. Pero aguanto un momento, porque estoy segura de que llegarà otro... Y sí, recibo una sacudida más, pero ésta vez con su mano...

No sé si gimo en silencio o en voz alta, porque no puedo escucharme... Pero no me importa siempre que no pare.

Una caricia en mis muslos y su mano abriéndose camino entre ellos, llegando a mi coñito empapado, y al mismo tiempo colocando su boca junto a mi cuello.

Me desata muy despacio. Me quita los tapones y la venda, y me besa en la mejilla.

"Buena chica... Que duermas bien".

Y se marcha...


Labiosgloss.-




MÍO...

MÍO...

 

Abro la puerta de casa y, sin esperarlo, le encuentro justo enfrente, esperándome.

No me dice nada, sólo levanta su mano hasta sus labios y, con su dedo índice, me hace un gesto para que guarde silencio.

La casa está más oscura de lo habitual, y poco a poco percibo detalles diferentes en ella… la tenue iluminación que se refleja en el espejo de mi cuarto, que sólo puede ser luz de velas… el perfume que él ha vaporizado ligeramente por la habitación, haciendo que toda ella huela a él… la cama totalmente abierta, despejada, esperándonos…

Y, sin embargo, cuando me toma de la mano y me lleva a mi cuarto, no me tumba sobre ella, ni siquiera me ha besado aún… Se coloca frente a mí y se dedica a desnudarme, muy despacio, acariciando cada pedazo de piel que deja al aire, recreándose con su vista sobre mi cuerpo… y dejando caer cada prenda que me quita al suelo.

Al principio me parece que es su forma de demostrarme su control de la situación, pero hay algo diferente en él esta vez…

Me deja de pie en ropa interior, y se desnuda delante de mí. Por completo, exponiéndose totalmente a mí.

Y continúa quitándome lentamente la poca tela que me cubre, mientras sigue acariciando, apenas con las yemas de sus dedos, mi piel.

Sin embargo, me deja así muy poco tiempo porque, contra todo pronóstico, ha buscado entre mis cajones y elegido la ropa con la que, ahora, quiere vestirme.

Ropa interior roja y medias de rejilla negras que me pone mientras permanezco sentada en el borde de la cama, con él arrodillado entre mis piernas, terminando de colocarme los tacones más altos que ha encontrado en mi habitación.

Desaparece un segundo y vuelve con una barra de labios roja, y de nuevo se arrodilla entre mis piernas y, mirándome a los ojos, pinta mis labios, despacio, con cuidado procurando que quede perfecto.

Cuando acaba, se queda ahí, entre mis muslos, para después agacharse un poco más y besar el empeine de mis zapatos, mientras me extiende una pequeña fusta, dándome el control total de la situación.

Se ha quedado acurrucado a mis pies y mira al suelo. Tardo unos segundos, casi minutos en reaccionar. Él no se mueve. No dice nada. Parece tan indefenso… como excitado.

Está esperando. Yo también estoy esperando. Pensando qué hacer, cómo seguir. Y empiezo a sentirme tan excitada como asustada.

Mi libido me dice que ate sus manos a su espalda con mis esposas, que le deje de rodillas, le tape los ojos y le haga humillarse ante mí… Que le coloque a cuatro patas y le azote hasta que su trasero tenga marcas rojas que le ardan… Que le agarre del pelo y le obligue a subir la cabeza para poder pasar mi lengua por el contorno de sus labios, sin dejarle besarme, sólo haciendo lo que yo le diga, y como yo le diga… Que pase el tacón de mis zapatos por sus muslos, arañando ligeramente su piel, subirlo hasta su boca y exigirle que bese mis pies. Que me siente sobre su espalda para que soporte mi peso sobre él, y azotar con mis manos su trasero y susurrarle al oído que yo soy quien manda.

Le prohíbo que me mire, le prohíbo que me toque, le prohíbo que se toque.

Juego con su cuerpo a mi antojo, agarro su sexo y lo lamo, pellizco sus pezones, araño su espalda y muerdo sus hombros…

Es mío y  le pido que lo digas varias veces. Es mío, es mío, es mío…

Por otro lado, la inmensa ternura que me transmite su fragilidad en ese instante, me desarma.

Mi poder sobre él es reflejo de su poder sobre mí.

Y sé que el juego sólo podrá durar unos minutos antes de pedirle que vuelva a ser él, antes de cederle el testigo…

Porque, aunque sé que su “sufrimiento” es placentero, y veo que disfruta de ese momento, también necesito un poco de su poder sobre mí para equilibrarnos… para equilibrarme.

 

Labiosgloss.-

SUYA...

SUYA...

 

Le oigo jadear a mi espalda, mientras sujeta mis caderas y me embiste. Levanta su brazo y acaricia desde mi nuca al trasero, y finaliza con un cachete en él, no demasiado intenso, porque sabe que, así, le pediré más.

Imagino la escena como si la viera desde fuera al tiempo que le siento entrar y salir de mi cuerpo. Noto cómo mi humedad resbala por mis muslos, cómo el sudor hace que mi melena se pegue a mi espalda, cómo mis brazos tiemblan aguantando el peso de mi torso en ese vaivén al que me tienen sometida sus movimientos.

Me elevo ligeramente y giro mi cara para poder mirarle, aunque sea de reojo, y disfrutar de su gesto encrespado, de su sonrisa al verme girarme mientras me pregunta si quiero mirar…

En ese momento, su mano sacude de nuevo mi trasero, con más fuerza que antes, un golpe seco que repite varias veces. E imagino mi culo enrojecido, casi con su mano marcada, y esa visión me pone aún más caliente, y le pido que aumente el ritmo.

Accede, al tiempo que coloca su mano en mi cabeza obligándome a bajarla del todo, apoyada en la cama, mientras me mantiene de rodillas con el culo en pompa sólo para él. Y así, apoyada sobre mi pecho, dado que no necesito mis manos para apoyarme, giro mis brazos hacia atrás y pongo cada mano sobre un cachete del culo, abriéndolo para él, para su disfrute. Y de forma espontánea acerco un dedo a la entrada de mi ano, y sentir esa presión mientras él sigue embistiéndome, me vuelve loca.

Le oigo gemir a mi espalda. Entiendo que le ha gustado.

Y, de repente, siento como su mano izquierda se aferra a mi pelo, y cogiéndolo casi como si fuera una coleta, me obliga a incorporarme un poco, tirando de él.

Estoy a su merced, y me encanta. Me vuelve loca que me use, que disfrute de mi cuerpo, que disfrute de mi placer.

Me dice al oído que quiere oírme correrme de nuevo. Dudo un instante si podré, me siento cansada, mareada… y al mismo tiempo tan excitada que no podría parar.

Y me corro conteniendo la respiración, porque me resulta tan profundo, tan intenso… Y sé que mi cuerpo ya no me pertenece, que es probable que él sepa mejor que yo en cada momento qué me apetece, qué ritmo seguir, si parar o no hacerlo…

Y creo que, por el momento, no está dispuesto…

 

Labiosgloss.-

FANTASEANDO

FANTASEANDO

 

Puedo ver en sus ojos el cambio. Puedo sentir como muta su jovialidad, su dulzura, en el más oscuro de los deseos. 

 

Dejo de ver la sonrisa en sus labios, que se tornan serios, concentrados, cuando me toma de la mano, me pega a la pared y coloca mis manos sobre mi cabeza. Puedo sentir su intensidad cuando me mira a los ojos, pero no sonríe, solo me mira fijamente, solo me deja perderme en ellos mientras no puedo evitar acallar un gemido.

 

Y sujeta mis manos, atadas, a la parte susperior de la puerta, y muy despacio, comienza a desnudarme, paseando las yemas de sus dedos entre el encaje de mi ropa interior, siguiendo el hueso de mi clavícula, apenas una caricia, ascendiendo por mi cuello, apartando mi pelo y rozando mi nuca.

 

Cierro los ojos, quiero sentir esa calidez solo en mi piel, no distraerme con nigún otro sentido... pero no me deja.

 

"No cierres los ojos, mírame", y tira levemente de mi pelo para recuperar mi atención.

 

Deseo sus labios, pero no los acerca a mí. Quiero besarle pero sé que no me va a dejar, de momento... Sé que ha empezado un juego que me deja totalmente a su merced.

 

Desaparece un segundo de mi lado, para volver con algo en las manos. Un recipiente con chocolate templado, que me sorprende, hasta que introduce su dedo índice en él y recoge una pizca de crema que coloca sobre uno de mis pezones. Y se recrea extendiéndolo sobre él, siguiendo su contorno, para después lamerlo y relamerse mientras degusta la mezcla.

 

Y coloca un poco más sobre mis labios, como si los maquillara, perfilándolos, para después pasar tan solo la punta de su lengua sobre ellos, retirando de nuevo el chocolate.

 

Y juega a contornear mi cuerpo con la crema, dibujando líneas que después saborea, y yo intento moverme, pero me doy cuenta de la poca libertad de movimientos que tengo atada. Y empiezo a gemir pidiendo que me suelte.

 

Pero no lo hace. Y no le doy ninguna pena.

 

Deja el vaso aparte y me gira, dejándome de espaldas a él, de cara a la puerta a la que me tiene atada. Y desliza sus manos desde mi cuello, bajando por mi espalda, mis caderas, mi traseo y mis piernas. De nuevo, ésta vez con las manos embadurnadas de aceite, repite la operación. Y noto como mi piel se calienta por el roce de sus manos.

 

Me masajea de forma intensa pero sensual. Hasta que noto como su mano sacude con fuerza mi trasero. Un golpe seco, muy intenso, que me hace dar un respingo  y me obliga a ahogar un grito, y que sin embargo él calma de forma instantánea agachándose y depositando un beso en el punto exácto en el que segundos antes dejaba caer su mano.

 

Y vuelve a deslizar sus manos sobre mi piel, y ahora sí posa sus labios en mi cuello, y me muerde ligeramente, y me susurra, y, de repente, siento de nuevo el picor del golpe de su mano en mi trasero. Esta vez seguido de una suave caricia que intenta aliviarlo.

 

Noto los brazos cansados por todo el tiempo que llevo con ellos sobre mi cabeza, cada vez mantienen menos la postura, y él me ayuda sujetando mis muñecas con una de sus manos contra la puerta, notando todo su cuerpo contra el mío, contra mi espalda. Notando como mueve sus caderas contra mí, para volver a sentir la fuerza de su mano sobre mi trasero, enjaulada entre sus brazos y su cuerpo, sin poder moverme, intentando controlar el escozor del azote sin llorar, porque no es dolor lo que me provoca, porque si lloro, no es porque no me guste lo que hace...

 

Y desaparece de nuevo, y vuelve con aquella cinta negra de raso que le regalé. Y me gira y, ahora sí, me besa. Y me envuelve, dibujando sobre mi piel con el lazo. Como si creara un vestido sobre mí. Y allí, estirada como me tiene, con los brazos en alto, despeinada, llorosa y excitada, hace nudos y lazadas, y me siento protegida.

 

Labiosgloss.-